La seguridad en Dios

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Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el poder del maligno. Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos a Aquel que es verdadero; y nosotros estamos en Aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. 1 Jn 5:19–20.

La obra redentora de Dios en la vida de los hermanos era evidente, a tal punto que Juan les recuerda que le pertenecen a Él. Los creyentes son guardados de este mundo y de satanás, porque el mundo sigue bajo el maligno; los incrédulos no lo saben, pero sirven al diablo y a sus intereses. El mundo está bajo su dominio y lo que busca es que las personas rechacen a Cristo; no es de extrañar que las políticas y los estados se opongan a Cristo.

Mientras el mundo va camino a la perdición, Dios nos ha dado un enorme regalo, a su propio Hijo (Jn 3:16), para que abra el entendimiento de aquellos que estaban segados por el pecado y por satanás. Por la gracia de Dios somos hijos de Dios (Jn 1:12–13). Esto es lo maravilloso de la salvación: el Señor dio su vida y nos ha abierto el entendimiento para que lo conozcamos.

La salvación no es una cuestión racional, o de intelecto, es de gracia. Si Dios no actúa en favor de los hombres para que puedan entender que Cristo es el salvador, nunca podrán conocerlo, porque no hay otro medio de salvación (Hch. 4:12). Los que dicen ser científicos superiores porque rechazan a Cristo solo están bajo la esfera del maligno.

La verdad es Cristo (Jn. 14:6); Él es el verdadero, y quien permanece en Él no perecerá jamás. Nuestra vida está guardada en Dios y los que estamos en el verdadero tenemos esta enorme esperanza, la vida eterna. La epístola de Juan resume así toda su enseñanza: solo hay dos grupos, los del maligno y los que son salvos en Cristo Jesús. A pesar de las luchas y los enemigos, los creyentes se sienten animados al saber que de Cristo son y que tienen la vida eterna.