Amados, les ruego como a extranjeros y peregrinos, que se abstengan de las pasiones carnales que combaten contra el alma. 1 P 2:11.
El mundo siempre se opone a Cristo y a sus discípulos, y Jesús oró por esta razón (Jn 17:9–10), para que los creyentes fueran guardados de un mundo al que no pertenecen. La oposición a Dios y a su Palabra no es nada nuevo; desde los tiempos de Moisés, el pueblo rebelde e incrédulo estaba oponiéndose al Señor, los profetas fueron perseguidos, Cristo crucificado y de nuevo sus seguidores suelen ser perseguidos.
Ya que la persecución es tan clara y tan mediática, uno pensaría que los cristianos se guardarían para no darles más armas a los enemigos. Pero esto no es así; desgraciadamente, los escándalos que rodean a la comunidad cristiana no paran de surgir, dándole más armas al enemigo para tratar de destruir al cristianismo.
Es en este contexto que Pedro manda a los creyentes que no pertenecen a este mundo (Fil. 3:20), que andan peregrinando, que se guarden de las pasiones, la sensualidad, el libertinaje, la inmoralidad; hay una enorme lista de las pasiones carnales (Gá 5:19–21). Hay grupos religiosos que tienen un código de vestimenta, de comportamiento y hasta rutinas de devocionales para todos sus miembros. Esto para ayudarles con sus pasiones; aunque muchos han tildado a estos de extremos y legalistas, es cierto que la libertad que algunos promulgan es libertinaje. Ni una cosa ni la otra, pero es necesario volver a llamar pecado a lo que es pecado para que los cristianos puedan madurar en la santificación (1 Jn. 2:15–17).
Cuando se le deja de llamar pecado a la inmoralidad y se deja de apuntar a las pasiones que se notan en el exterior, estamos como iglesia caminando hacia el libertinaje. No es necesario andar acusando y apuntando a los creyentes, pero sí es necesario decirles de qué deben cuidarse. Hay una pasión, por ejemplo, que se está volviendo tan común que dejamos de cuidarnos de ella: la adicción a los celulares y a las redes sociales. Esa es una pasión tan grande que los creyentes ya no quieren cargar sus Biblias para tener un pretexto para observar su teléfono en el «culto a Dios» y no perderse ninguna notificación.
Debemos hacer conciencia de las pasiones que combaten contra nuestras almas; algunas son tan graves como la inmoralidad, pero se pueden llevar en lo privado, en el teléfono, redes sociales, entre otros (2 Co. 7:1). No debemos darles alas a las pasiones, debemos cortarlas, no darles a los enemigos y detractores de la fe más alas para que acusen a los creyentes falsamente; pero si seguimos por la ruta del libertinaje, ya no serán necesarias sus acusaciones, nuestro testimonio bastará.
Hay algo que debemos recordar en cuanto a esto: es el nombre de Dios el que representamos, es su gloria la que esperamos; entonces andemos dignamente de su Nombre.
