¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que muestre por su buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Stg 3:13
La Biblia nos ha llamado a no hacernos maestros sin antes revisar nuestro corazón; este reconocimiento de nuestra forma de hablar de los hermanos, de bendecir a Dios, nos muestra la realidad de nuestro corazón. Ahora va a iniciar una exhortación a los que quieren enseñar y gobernar la iglesia. ¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Esta pregunta con la que introduce este tema es importante; los que del medio de la iglesia quieren sobresalir deben tener esta sabiduría; los que desean enseñar deben al menos ser entendidos.
La pregunta que debemos hacer es: ¿Qué tipo de sabiduría posee? Todos los creyentes debemos aspirar a tener la sabiduría de Dios; los que temen al Señor saben cuál es la fuente (Pr. 9:10). La Biblia nos exhorta a adquirir sabiduría (Pr. 4:7) y también nos va a mostrar que existen dos tipos de sabiduría, la de Dios y la de los hombres, y cada una tiene sus características propias.
Si alguien se cree sabio porque tiene el temor al Señor y de ahí su sabiduría (Pr. 2:5), y entendido, esta palabra es muy particular, tanto que solo aparece aquí en el Nuevo Testamento y hace énfasis en alguien diestro o especializado. La cuestión es si alguien se cree sabio como para dirigir, ayudar, guiar a otros en medio de la Iglesia, que muestre por su buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.
Quien quiera ser líder, guiar a otros, o un creyente que sirve al Señor en cualquier área pública o privada, debe mostrar que Dios lo ha capacitado por medio de las obras, por medio de su conducta. No es nuevo este argumento: la fe es evidente por las obras (2:17); así la sabiduría, que es una posesión del fuero interno, se muestra en la conducta y el diario andar en mansedumbre. El que dice tener mansedumbre debe entender que lo que dice es que tiene la capacidad espiritual de someterse a sí mismo, tanto a Dios como a los hombres. (Mt. 11:29)
La sabiduría de Dios no nos hace más arrogantes, nos hace más humildes, nos somete a Él y a los hombres, nos convierte en siervos, nos hace desear tener el carácter de Cristo. A diferencia de los falsos maestros que quieren ser servidos, los que son de Dios tienen buena conducta y mansedumbre, un andar parecido al de Cristo. Cuando pensemos que estamos sirviendo a Cristo, ayudando a nuestros hermanos según el don que nos fue dado, debemos pensar si lo estamos haciendo con la sabiduría y el entendimiento divino o lo estamos haciendo con arrogancia y mala conducta.
Hermanos, Dios quiere que le presentemos un servicio agradable y que nos perfeccionemos en los dones que nos ha dado para que seamos útiles en el cuerpo de Cristo, pero quiere que lo hagamos con humildad y con mansedumbre para que toda la gloria sea dada a Él.