Consecuencias de la falta de piedad

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Pues estas virtudes, al estar en ustedes y al abundar, no los dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Porque el que carece de estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados (2 Pedro 1:8-9).

Dios manda a los creyentes desarrollar su fe mediante la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la perseverancia, la fraternidad y el amor. (2 P 1:5–7), cuando un creyente es capaz de desarrollar su fe mediante esas virtudes que Dios manda, es imposible que estén ociosos. Una de las señales más claras de que la espiritualidad de la Iglesia no está bien es la falta de disposición para servir al Señor.

El creyente que no se deleita ni crece en su fe es ocioso porque no siente placer ni gozo al servir a Dios, por eso es estéril y sus frutos no están arraigados a la Palabra de Dios. En la actualidad, los creyentes participan en muchas actividades sociales rodeadas de impíos. Estas actividades se oponen a las Escrituras porque no hay fruto de piedad ni conocimiento de la Palabra. Dios nos exhorta acerca de esto y dice: «Y no participen en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien, desenmascárenlas». Ef 5:11.

La piedad nos llevará como pueblo a servirnos los unos a los otros (Gá. 6:10), pero la falta de ella nos hará ociosos. Solo hay dos opciones: o estamos ocupados en nuestra vida de piedad y esto da como resultado frutos espirituales que son impulsados desde las Escrituras, o somos ociosos que no pueden dar fruto porque los corazones están lejos de Dios.

Un creyente que no se preocupa por sus disciplinas espirituales, es ocioso. Debemos esforzarnos diligentemente para presentarnos ante Dios como obreros que no tienen de qué avergonzarse (2 Ti 2:15), que usan la Palabra y se gozan en ella. Una persona puede trabajar arduamente sin tener estas virtudes; puede hacerlo para el pueblo de Dios, pero no para Dios. Al Señor le preocupa más nuestro estado espiritual que nuestras obras, pero cuando nuestra espiritualidad crece, nuestro deseo de glorificar a Dios por medio de las obras de la fe crece.