Pues estas virtudes, al estar en ustedes y al abundar, no los dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Porque el que carece de estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados 2 Pedro 1:8-9.
Un creyente que no hace crecer su fe es ciego y no puede ver a Cristo ni las verdades de las Escrituras; espiritualmente no es productivo ni logra enfocar las metas espirituales. Lo difícil de este pasaje es que muestra la realidad de las iglesias contemporáneas. ¿Por qué los “creyentes” son carnales? ¿Por qué, habiendo dado fruto de salvación, ahora parece que andan en tinieblas? La respuesta está en este pasaje; son ciegos porque no cultivaron su espiritualidad, no crecieron en la fe.
¿Qué tan mal puede caer una iglesia que no cultiva la fe de sus miembros y no se preocupa por ello? Bueno, es sencillo; en primer lugar, cultivar la fe en principio es una cuestión personal y a la vez colectiva, porque la fe cultivada se puede expandir hacia los ociosos, pero también la pereza y las malas prácticas corren como el viento. Pablo, por ejemplo, lucha con este problema en Corinto diciendo: Porque todavía son carnales. Pues habiendo celos y discusiones entre ustedes, ¿no son carnales y andan como hombres del mundo? 1 Co 3:3.
El mayor problema de no cultivar la fe es que los creyentes ciegos también son olvidadizos y esto entonces empieza a corroer los cimientos de la fe, esta persona se le olvida rápidamente de dónde Dios lo ha sacado y vuelve al deleite en sus pecados pasados. Para esto solo existen dos soluciones, la primera es que esta persona es cizaña en medio de la Iglesia (Mt 13:24-52) o en el mejor de los casos, una persona que necesitará de la disciplina eclesiástica para devolverle la vista y la memoria.
Sí, no que en efecto les escribí que no anduvieran en compañía de ninguno que, llamándose hermano, es una persona inmoral, o avaro, o idólatra, o difamador, o borracho, o estafador. Con esa persona, ni siquiera coman. 1 Co 5:11.
Si el pasaje anteriormente citado se aplicara en los círculos cristianos, es seguro que habría más temor a Cristo y más hermanos esforzándose en la fe. Los que luchan por la fe deben continuar haciéndolo; los que están desmayando, cobrar ánimo; los que están ciegos deben ser curados por el proceso de disciplina para que todos juntos alcancemos el supremo llamamiento en Cristo Jesús. Amén.
