Creciendo en la vida piadosa, parte 1

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Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadan a su fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. 2 P 1:5–7. 

Dios nos ha dado ya todo lo que un creyente necesita para la vida y la piedad; no le falta nada (1:3); todas las promesas le fueron dadas mediante Cristo para cumplir en Él el plan de redención (V. 4). Sabiendo todo esto, ¿cómo debe responder el cristiano? Lo que las Escrituras mandan es que se ocupen en la salvación (Fil. 2:12–13), vivir en esa verdad absoluta de la salvación, dar testimonio de ella, ocuparse en vivir bajo las convicciones de las promesas divinas. 

Pedro explica esto diciendo que hay que hacerlo con toda diligencia; el verbo que usa el Apóstol es un verbo que implica poner todo el esfuerzo posible para lograr la meta. En palabras más sencillas, estaría diciéndoles a los creyentes que la salvación ya es de ellos, se las ha otorgado Dios, pero ahora deben esforzarse en la vida piadosa; es la obligación, el deber de cada creyente ser devoto para reflejar en sí mismo el carácter de aquel que lo salvó; esto tiene que hacerlo con diligencia, con entusiasmo y con ese sentido de urgencia.

Ya que son salvos, trabajen rápidamente en la vida de la piedad. Antes de ver qué hay que hacer en este peregrinaje de santidad, hay que notar que Pedro les dice a los creyentes cómo pueden vivir en santidad y lo que empieza diciendo es: Añadan a la fe. Lo anterior tiene dos implicaciones poderosísimas; la primera es que la fe es la base de todo, pero esa fe ya nos fue dada en Cristo Jesús, esa fe nace de Dios (Ro. 15:13, 2 Ts 2:13–15). La fe que puede tener un humano condena al infierno, pero la fe que nace del Espíritu da vida eterna; esa fe ya fue entregada, es don de Dios (Ef 2:8). La segunda implicación es esta: todo creyente va a querer por su naturaleza divina crecer en la verdad; ninguno se queda como niño recién nacido esperando alimento, eso no es natural; el creyente anhela crecer en la santidad de Dios.

Entonces, ahora que somos salvos, tenemos que vivir en esa salvación; no podemos despreciar el crecimiento espiritual, debemos desearlo. Este solo lo puede dar la comunión con Cristo, la Palabra y el Espíritu que mora en nosotros; no hay ningún creyente que se quede como bebé espiritual, eso es contra natura; los creyentes verdaderos anhelan y desean crecer en su fe. ¿Cómo está su vida espiritual, estancada o creciendo? Pedro nos va a decir cómo hacerla crecer, lo cual es añadiendo a la fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor.