Creciendo en la vida piadosa prt 2

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Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadan a su fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad; a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. 2 P 1:5–7. 

Para crecer en la santidad del Señor, hay que poner la fe como fundamento, como si estuviésemos construyendo. Los cimientos son la fe que viene por Cristo, la que salva, la que da vida eterna (Ef 2:8); el primer piso de nuestro edificio piadoso es la virtud, la excelencia moral; la segunda planta es el conocimiento.

No es cualquier conocimiento, es el conocimiento del Hijo de Dios; este saber solo viene por la comunión íntima con la Palabra y con Cristo. Este conocimiento que viene de Dios es la teología misma, la verdad del evangelio; al tener esta capacidad de conocer a Cristo, es más fácil amonestarnos los unos a los otros en amor (Ro. 15:14). Hay personas que le temen al saber y dicen que la teología divide, pero lo que en realidad divide es la ignorancia y la falsa doctrina que normalmente van unidas. 

El creyente debe desear tener conocimiento (Col. 1:9), el que está asociado a la fe pura en Cristo Jesús. Nunca ha habido acceso tan fácil como en nuestros tiempos a las Escrituras y, al mismo tiempo, hay ignorancia; esto es porque no hay deseo de añadir virtud a la fe. Los cristianos deberían sentir la urgencia de conocer a su salvador y anhelar saber de Él. Los de Berea conocían la Palabra de Dios cuando les fue predicado el evangelio; pudieron entender que el mensaje que les llegó estaba prometido desde las Escrituras (Hch. 17:11), esto es, tener virtud añadida a la fe.

Los creyentes somos exhortados a crecer en el conocimiento de Cristo: Antes bien, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. 2 P 3:18. Como creyentes somos exhortados a usar bien la Palabra de Dios: Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad. 2 Ti 2:15.  

Nadie puede lograr la santidad sin primero conocer a su Salvador; los creyentes deben procurar no ser ignorantes de las Escrituras si quieren alcanzar la santidad y la semejanza a Cristo. El poder del Espíritu que transforma es transmitido a nosotros a través de las Escrituras; solo los que anhelan conocer al Salvador son santificados por ella.