Cristo el Dios eterno

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y lo que han tocado nuestras manos, esto escribimos acerca del Verbo de vida. – Jn1:1

Este pasaje es particular ya que es la introducción a una epístola pero al igual que Hebreos (Ver 1:1) solo se enfoca en el mensaje, no hay saludos, ni destinatario. Se aleja mucho de los modelos paulinos. Al igual que la epístola a los Hebreos el tema central se muestra desde los primeros versículos sin preámbulo alguno, esto quiere decir que el primer versículo está cargado de teología.

En primer lugar hay que detenerse a observar la primera expresión de esta carta «Lo que existía desde el principio» Juan expondrá la persona de Jesús en su texto y que manera más extraordinaria de hacerlo, parte de su eternidad, esto es algo que ha tratado desde el principio en el Evangelio (Jn 1:1, 15; 3:13; 8:57–58; 17:5). Lo que significa que desde antes de la fundación del mundo Jesús existe, porque Él es el creador de todo (Col 1:16–17)

Cuando un creyente ha entendido la grandeza de Cristo su poder y su Deidad será más fácil someterse al supremo llamamiento del Evangelio, la debilidad de las Iglesias es la falta no de un entendimiento lógico de la persona de Cristo, es la humillación a su persona la que no se lleva a cabo. La grandeza de Cristo, su eterno poder y deidad, todo lo que es debe llevarnos a humillarnos porque fuimos alcanzado por su gracia redentora y a medida que exploramos su persona debe hacernos siervos suyos.

En Palabras de Cristo, al conocerlo a Él se requiere adoradores en espíritu y en verdad, no falseadores de la adoración (Jn 4:23–24). La epístola de Juan nos invita a conocer el carácter y la Persona de Cristo de manera que sepamos como andar en esta tierra, pero lo primero que quiere que sepamos es que Jesucristo es Dios y que todos debemos rendirnos a Él, porque es desde el principio. Va a ser un largo camino pero al menos queremos ahondar en los principios de vida que Dios nos manda a través de esta epístola, que lo amemos y nos amemos como Él nos ha amado.

«Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como Él es, así somos también nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor» 1 Jn 4:16–18.