Y éste es el mensaje que hemos oído de Él y que les anunciamos: Dios es Luz, y en Él no hay ninguna tiniebla.
1 Jn 1:5.
Hay de todo tipo de insectos en la creación de Dios, están los que solo se observan en la luz del día, o en las lamparas de la noche, de ellos me llaman la atención las polillas y los abejones, ellos perecen en su ansiedad por estar cerca de la luz, se enciende un bombillo y en automático empiezan a volar alrededor. Hay otros que odian la luz, como las cucarachas y las babosas, hacen todo lo posible para huir de la luz. Cada uno refleja su naturaleza, a la que no pueden escapar.
Otra vez Juan introduce un tema doctrinal, han escuchado un enseñanza vital para el Evangelio que ahora anuncian, esta vez no lo han visto, lo han oído de parte del mismo Jesús. La verdad absoluta es que Dios es Luz. ¿Por qué es tan importante?
En primer lugar hay que decir que desde el Antiguo Testamento se relaciona a Dios con la Luz (ver Is. 60:19–20), en el Éxodo se dice que Dios estaba con ellos como columna de fuego (Éx. 13:21–22; cp. 40:34–38). En este sentido lo que las Escrituras enseñan es que el mismo Jesús se identificaba con el carácter del Padre en ser Luz (Jn. 1:9–13).
La otra cuestión de la luz es que todo lo que tiene que ver con la salvación y vida eterna está relacionado con la luz, el creyente es llamado a la luz de la salvación (1 P. 2:9), lo que necesariamente implica que las tinieblas o la oscuridad es el eje central de la perdición (2 Cor 4:4–6). La doctrina de Dios implica que los creyentes tienen que andar en la luz y que deben mostrar esa luz (Fil. 2:15)
Aunque aún no se define el término luz es impresionante lo que dice la Palabra acerca de Dios y de los creyentes. La descripción de la Palabra de Dios y el énfasis que hace en que los creyentes debemos ser lumbreras en medio de esta generación en tinieblas nos habla de la relevancia que para Dios tiene que seamos testimonio de su Luz en la tierra.
El ser humano siempre está en tinieblas, y tienen que alumbrarle la Luz de Cristo para que halle gozo en ella, así que solo existen dos tipos de seres humanos, los que andan en la luz y los que andan en las tinieblas.por lo tanto como creyentes no debemos apagar la luz para parecernos al mundo de las tinieblas, ni atenuarla para estar escondidos, el deber del creyente es brillar con la Luz de Cristo, como un faro en el oscuro mar, como una antorcha en medio del bosque oscuro del pecado. El que no brilla en medio de las tinieblas es porque la luz de Cristo no le ha resplandecido.