Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala. «Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal» 1 P 3:11–12.
Estos versículos con los que termina Pedro son muy impactantes. Habiendo hablado de la necesidad de sufrir por la causa de Cristo, del comportamiento que debe tener el cristiano cuando es vituperado o cómo actuar con sus familiares incrédulos, le solicita tres cosas: apartarse del mal, hacer el bien e ir en pos de la paz, para disfrutar del cuidado de Dios.
Apartarse del mal implica tener un aborrecimiento por el pecado, huir de él porque va en contra de la santidad de Dios; no hay algún asunto específico, pero el contexto habla de los que persiguen a la iglesia y sus artimañas; el creyente debe apartarse de esto para tener óptima comunión con Dios. Hay que alejarse de los que atentan contra el Señor y desmarcarse de sus prácticas pecaminosas, pero sin odiarlos o desecharlos; en el fondo son almas sin Cristo (Mt. 5:44; Ro. 12:14).
Por otro lado, la Biblia manda hacer el bien, lo que denota bueno y santo, no lo que el mundo ve como bueno, o el deleite temporal, sino lo que es correcto ante los ojos de Dios. En este mundo corrompido, muchas veces los creyentes se dan ciertas licencias que Dios no da, por el mero hecho de que hay cierta permisividad en la sociedad, pero el Señor aborrece el pecado siempre.
Por último, el mandamiento final para la iglesia es buscar la paz; este mandamiento es muy significativo porque habla de una persona que busca con intensidad, como un cazador, o con insistencia, como quien quiere encontrar un tesoro. Entonces, buscar la paz y seguirla es una acción dinámica que requiere esfuerzo y trabajo; no surge de la nada, hay que luchar por alcanzarla.
La paz es parte del fruto del Espíritu en la vida del creyente (Gá 5:22), y es una acción espiritual que produce bienestar, alegría, tranquilidad y reposo en el cristiano a pesar de las circunstancias. Esa paz debe estar a pesar de cualquier cosa, incluso con los que persiguen, los enemigos de la cruz. Los creyentes son pacificadores porque conocen la paz de Dios (Mt. 5:9); la buscan con todos los hombres (Ro. 12:18), cuando esta paz se pueda sostener en relación con la verdad del evangelio.
Son cuatro mandamientos que la Biblia nos da para que andemos en esta tierra: apartarnos del mal para vivir santa y piadosamente, hacer el bien para desmarcarnos del pecado del mundo, buscar la paz para ocuparnos en ella y seguirla para tener una vida aferrada a Dios en medio de este mundo de turbulencia. Estos mandamientos, que muchas veces pasan desapercibidos, son necesarios para observarlos y mejorar nuestra convivencia, especialmente con los incrédulos que necesitan el evangelio y el testimonio de Cristo, el que nosotros debemos reflejar.
