La bendición del Señor es la que enriquece, Y Él no añade tristeza con ella. Proverbios 10:22
Es impresionante cómo el ser humano está preocupado por hacer riquezas; cuando la mirada está puesta en las cosas terrenales, es muy fácil caer en el materialismo. En la actualidad, el ser humano mide sus éxitos a partir de sus bienes, pero la Biblia enseña una verdad más profunda acerca de esto.
La verdad es esta: no es el trabajo lo que enriquece al hombre, no es su esfuerzo, es la bendición de Dios; si el Señor no edifica la casa, es un fracaso que los hombres trabajen, y si Dios no vigila las ciudades, los guardas no podrán hacerlo (sal 127:1-4). Es tan real que no es por fuerza humana que se logran los objetivos terrenales, es por gracia. He visto hombres jóvenes morir o ser postrados en una cama o silla de ruedas y, aunque estaban trabajando y esforzándose, es Dios quien da la bendición, no es el trabajo.
La bendición de Dios es la que enriquece, porque Él puede enriquecer y empobrecer a quien quiera conforme a su gracia (1 Sam 6-9). Dado que esto es una verdad absoluta, cuando un creyente pierde la calma a causa de sus bienes materiales es porque no está confiando en la providencia divina, porque ya sabemos que Dios da y quita (Job 1:21) y en todo el Señor debe ser glorificado.
Lo que Dios da trae gozo, si algo que tenemos nos causa estrés, es porque no lo hemos recibido como de parte del Señor y queremos que funcione en nuestras fuerzas, pero cuando entendamos que todo lo que tenemos es del Señor y para Él, todos los problemas y el estrés material se irá. Los creyentes no se quieren comprometer con el evangelio porque primero piensan en lo material: ¿de qué voy a vivir? ¿Qué comeré? ¿Qué va a pasar con mi familia? Todas estas preguntas que surgen tienen el mismo origen; la mirada no está puesta en quien bendice, está puesta en lo material.
Para lograr hallar el gozo en lo material, el Señor nos manda a poner la mirada en lo celestial para que Él añada todas las cosas (Mt 6:33) y, si esto crea ansiedad, hay que confiar en que cuidará de nosotros (1 Pe 5:7). La providencia de Dios siempre añade gozo; si lo que tenemos nos está trayendo tristeza, es porque no lo hemos entregado a Dios o no hemos reconocido que viene de su mano. Hay que dejar el orgullo para empezar a pedir el pan diario de cada día y hallar gozo en abrigo y sustento (1 Tim 6:8-10); no dejemos que lo material nos quite el gozo de la gracia de Dios, sometamos a su providencia, seamos agradecidos y el gozo va a fluir porque de Dios esperamos el pan diario, no de nuestras fuerzas.
Esto no es apología de la pereza; es que, aunque trabajemos con nuestras manos, estemos seguros y agradecidos porque, en el fondo, es Dios quien nos enriquece por gracia y misericordia. Esa gracia de un Dios que da trabajo a sus hijos y sustento jamás añadirá tristeza. No son nuestras fuerzas las que nos sostienen; es Dios actuando en nosotros por medio de Cristo y su Santo Espíritu; es Él el que nos da el pan de cada día.