Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. 1 P 4:10–11.
En estos tiempos de imperiosa necesidad en medio de la iglesia y con la venida del Señor acercándose, es imperante que todos los creyentes nos ocupemos en hacer la obra que nos fue encomendada. Dios nos ha puesto a todos los creyentes en un lugar específico con tareas específicas y nos ha dotado por medio de Su Espíritu para que las llevemos adelante (1 Co. 12:7, 11). Cuando un cristiano no hace su parte en la iglesia, entonces el cuerpo se resiente.
La única manera de poder glorificar a Dios juntos es que cada uno se ocupe en la obra que se le ha encomendado para servir al cuerpo de Cristo. Hermanos, esto no es nada místico; si a usted le gusta servir, hágalo con gozo y alegría en la iglesia; si le entusiasma trabajar, hágalo para el Señor; si su don es ofrendar, hágalo para la expansión del evangelio; los que hablan, que lo hagan para la edificación de la iglesia.
Si cada uno pone a disposición de Dios sus dones espirituales, la meta será fácilmente lograda, el nombre de Dios será exaltado. A veces es necesario que se nos recuerde que no debemos descuidar el don que se nos dio para la gloria del Señor (1 Ti. 4:14); otras veces tocará avivarlo para que el Nombre del Señor sea exaltado (2 Ti. 1:6). En este sentido, entonces somos responsables de cómo está siendo o no usado el don que el Señor nos ha dado y de ello debemos dar cuenta.
Cuando un creyente no usa su don o lo menosprecia o no lo practica, entonces deja al cuerpo renco (1 Co. 12:15–25); muchos quieren dones públicos, pero en la iglesia se necesitan más personas en el área de servicio personal, trabajo físico y administradores que predicadores. Hay personas que fácilmente pueden caminar con las manos, pero es mejor hacerlo con los pies. Hay trabajos en la iglesia que deben hacerlo los pies, otros las manos y poco se puede hacer con la lengua si todos hablamos.
Dios quiere que trabajemos todos en las áreas que nos ha puesto para que seamos para la gloria de su Nombre; el Espíritu nos ha capacitado a todos en áreas diferentes (1 Co. 12:4–6) para que unidos podamos todos servir y ser servidos. Porque la gloria solo le pertenece al Señor y demanda que se la demos; esa es la razón por la que cada creyente debe ocuparse en el ministerio y don que se le ha dado.
Pedro inicia esta exhortación diciendo que la venida del Señor está cerca; esa realidad debe movernos a trabajar y a servirnos los unos a los otros. Si el Señor viene, lo mejor es que nos encuentre haciendo lo que nos ha mandado a hacer y no como holgazanes espirituales o personas que viven para la carne y no para edificar el cuerpo.
