¡Dime con quién andas y te diré cómo acabarás!

a foggy road in the middle of a rural area

Por tanto, andarás en el camino de los buenos y guardarás las sendas de los justos. Porque los rectos morarán en la tierra, Y los íntegros permanecerán en ella; Pero los impíos serán cortados de la tierra, Y los malvados serán desarraigados de ella.

 El deseo de Salomón para su hijo y para su descendencia es que prosperara; la única manera de hacerlo es yendo con los rectos y con los justos; hacer causa en común con los impíos es final de muerte, y nadie quiere sufrir esa consecuencia. Los impíos serían echados de la tierra, su final, final de muerte eterna; el Señor lo había dicho: los que no guardaban el pacto serían arrojados (Dt 28:58–63); en el Nuevo Testamento, los inventores de males y los que se gozan con ellos verán la muerte eterna (Rom 1:32).

 Esta generación en la que vivimos se ha vuelto animalista, feminista, machista, globalista y muchas formas más de invención de males; están saturando la cabeza de las personas de teorías y doctrinas casi sectarias, de manera que cuando atrapan a alguien no lo quieren soltar. Todas estas personas que niegan a Dios y su autoridad sobre la humanidad tienen un fin de muerte (Ap 21:8); hay que evitar a esas personas.

 La única manera de evitar esta contaminación de pecado y de blasfemias que terminarán en muerte es andar en el camino del Bueno, del Justo y santo Dios. Él vino a dejar ejemplo para que los creyentes puedan seguir sus pisadas (1 P 2:21–25). Ciertamente, Dios juzgará todas las cosas.

Probablemente, el cristiano no puede cambiar su entorno lleno de pecadores que se gozan en sus maldades. Pero sí puede generar comunión con los creyentes para que su comunión con los santos lo libre del juicio que cae diariamente sobre los que están haciendo el mal. Además, puede lograr juntos la santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:14).

Por último Dios nos ha mandado a ser conformes a Cristo (1 P 1:15-16) y a no conformarnos a este sistema (Ro 12:2-4). Ya que no podemos salir de él, debemos cada día parecernos más a Cristo y menos a quienes lo rechazan; eso es santificación y ese es el fin último de este mandamiento. Esa es la aspiración que cada creyente debe tener.

Andar en la senda de los justos no necesariamente será lo más popular, pero es lo que el Señor nos manda a andar en contra vía de los incrédulos, de manera que ellos se puedan sorprender (1 Pedro 4:4–5); además, seguro será un camino de ultraje por parte de los incrédulos, pero de bendición de parte de Dios. Así que la decisión es sencilla: es mejor guardar la senda de los justos y ser bendecido por Dios que ir en pos de los impíos y recibir la disciplina de Dios.