Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero que pida con fe, sin dudar. Porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor, siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos. Stg 1:5–8.
Cuando estamos en diversas pruebas y notamos que hemos perdido el gozo, que no hay en nosotros contentamiento, ¿qué se puede hacer? La respuesta es pedir a Dios sabiduría para afrontar las necesidades y las tentaciones que las pruebas nos traen. Para tener una fe firme, esta debe tener su base sólida en el conocimiento y entendimiento de Dios y de sus promesas. En este caso, la promesa de Dios es: si alguno flaquea en medio de la prueba, pida sabiduría.
Ya conocemos las pruebas, las implicaciones de ellas; ahora Dios nos manda a fiarnos de su sabiduría para que aprendamos a salir a flote en medio del mar de conflictos que nos rodean (Pr. 3:5–7). Dios entiende el camino de la sabiduría (Job 28:12–23); Él puede dar espíritu de sabiduría (Ef. 1:17–18). Si la prueba es dura, si los días parecen oscuros y la desesperación toca la puerta, entonces debemos depender más de Dios. El problema es que muchas veces pedimos equivocadamente; pedimos que nos saque de la prueba y la Biblia manda que pidamos con sabiduría para soportar.
El punto es este: para poder tomar las pruebas con gozo y crecer en la fe, ejercitarnos en ella, necesitamos la sabiduría de Dios; entonces debemos pedirla en los días donde arrecian las pruebas. Cuando la pedimos, Dios la da, porque es Suya (Ro. 11:33); Él da en primer lugar a todo el que la pide. Dios no nos oculta la sabiduría, la da abundantemente, lo que significa que da generosamente; es incondicionalmente abundante. Además, Dios no se queja de que le estemos pidiendo sabiduría; da sin insultar o quejarse de nuestras necesidades; Dios da sin reproche.
En este punto debemos pensar en que muchas veces hemos fracasado en las pruebas porque nos falta sabiduría. Al pasar de los años, pensamos en que nuestro actuar en el pasado no estuvo bien, las consecuencias y las cosas que mejoraríamos. Y todo ello se debe a una falta de dependencia de Dios; la falta de gozo en la prueba, la serenidad y el temple que se necesita para dar gloria al Padre en medio del dolor solo pueden venir de un corazón lleno de sabiduría y la única manera de obtenerla es pidiéndola. Así que, hermanos, cuando se hallen en diversas pruebas y no hallen contentamiento, es hora de pedir sabiduría divina para afrontar nuestras dificultades.