Dios diseñó la sujeción; las cristianas se sujetan para modelar a Cristo

woman praying while leaning against brick wall

Asimismo, ustedes, mujeres, estén sujetas a sus maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres al observar ellos su conducta casta y respetuosa. Que el adorno de ustedes no sea el externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea lo que procede de lo íntimo del corazón, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios. Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor, y ustedes han llegado a ser hijas de ella, si hacen el bien y no tienen miedo de nada que pueda aterrorizarlas.

De la misma manera que la sociedad está sujeta a alguien, los ciudadanos a los gobernantes (2:13) y los esclavos a sus amos (2:18), las hermanas que tienen maridos incrédulos deben aprender a estar sujetas a sus maridos. La sumisión es un diseño de Dios al que todos de alguna manera estamos involucrados; siempre hay alguien a quien le debemos obediencia, porque así funciona la sociedad, es diseño de Dios.

Ser sumiso no implica ser inferior, pero sí obediencia al Señor. Cuando una mujer tiene un marido incrédulo, someterse a él de una manera fiel hará que el testimonio de Cristo esté presente en su hogar; todo lo contrario pasa cuando hay rebeldía. Debe brillar la luz de Cristo en los hogares cuando el cónyuge es incrédulo (Mt. 5:16). Cuando una mujer está satisfecha en Dios, se deleitará en obedecerle y se comportará como es digno del evangelio; esto significa que no ve pesadumbre en sujetarse. De esta manera, al predicar el evangelio no tendrá impedimentos porque hablará con sabiduría (Pr. 31:26) y testimonio de la gracia recibida.

También la modestia debe ser parte del comportamiento de los creyentes; la Biblia no se enfoca en rechazar el maquillaje o los adornos; Dios mismo presenta a su pueblo varias veces como una mujer adornada (Ez 16) o como la boda que se relata en Cantares (1:10; 4:11; 7:1). Dios no quiere que sus hijas se descuiden, cuando Él ha cuidado a su pueblo y lo ha adornado para que sea vistoso.

El problema que tienen todas las sociedades es que son superficiales; este es un problema que ha impactado mayormente en las sociedades feministas, donde la mujer se adorna y se pasea por la calle para ser vista por todos. Llega el momento donde no se puede distinguir dónde empieza la persona y termina el maquillaje. Las creyentes deben evitar este error y, en vez de ello, cultivar un corazón agradable a Dios, lleno de buenas obras (1 Ti. 2:9–10); y los maridos creyentes deben vigilar esto, pero si su marido es incrédulo, no debe provocarlo a celos vistiendo de manera ostentosa y llamativa; esto no es un buen testimonio de Cristo.

Pedro escribe a los que son hijos de Abraham por la fe (Gá 3:7–29), los que son de la promesa, hombres y mujeres; es por ello por lo que debemos imitar la fe de ellos, como se nos dice en Hebreos 11. Así que la Biblia provee ejemplos a seguir y a la mujer le muestra el camino que tomó Sara para que vea un ejemplo a seguir, sometida a su marido, porque su compromiso era más grande, era con Dios.

Someterse a incrédulos es una cosa muy difícil, ya sean jefes, hijos a sus padres o esposas a sus esposos. Pero los que hemos estado en sujeción a padres incrédulos quizá podamos entender lo que Dios demanda de las hermanas que tienen maridos incrédulos. Dios no nos manda en ninguno de estos casos a causar una revuelta; nos manda a sujetarnos a Él y, una vez que lo amamos y estamos dispuestos a hacerlo, sujetarnos a quienes tienen autoridad no es un problema. Una mujer que se rebela contra su marido porque este es incrédulo lo abandona en la práctica y desobedece el mandamiento de Dios, pero el problema más grande es que no puede modelar a Cristo y menos presentar el evangelio.

Dios ha sujetado todas las cosas con un propósito eterno, la glorificación de su Hijo; debemos participar todos en sujeción a las normas que Él ha dejado y gozarnos en que estamos participando de ese plan y que hemos sido llamados a gozarnos en su salvación. Por ello, si es necesario padeceremos un poco sujetándonos si es necesario a los incrédulos.