INTRODUCCIÓN
La elección como acto soberano de Dios siempre ha sido un tema controversial en la iglesia. Dios ha dejado suficiente información en las Escrituras para que los creyentes puedan estar confiados en la salvación que el Señor provee. Es necesario que los cristianos entiendan que su salvación está guardada en Dios y que nada puede entorpecer el plan que ha determinado desde la eternidad.
En este breve ensayo se tratará el tema de la elección desde la perspectiva paulina, se mostrará lo que significa y cómo esto impacta directamente la vida de los creyentes. Esta información es relevante para las personas, ya que podrán entender las razones que mueven a Dios a escoger y a buscar a los pecadores y así tener seguridad en su salvación. También tratará el tema del objetivo de la elección, las implicaciones positivas para los elegidos y la responsabilidad que tienen ahora los que están en Cristo de vivir una vida piadosa. Al adentrarse en este texto, el lector deberá entender que no es exhaustivo, que comprende solo una introducción a este tema, que es profundo. Para el enriquecimiento de este podrá tomar en cuenta las fuentes bibliográficas citadas y de este modo iniciar su propia investigación.
La elección
Según lo que Pablo dice: «Porque Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo» (Ef 1:4). Este texto siempre ha sido controversial, especialmente para aquellos que niegan la autoridad de Dios para escoger a los que han de ser salvos, pero de alguna manera la Biblia está comprometida a que los creyentes sepan que la obra de la salvación no inició en la cruz; inició antes de la fundación del mundo.
Lo primero que hay que dirimir es el asunto de la elección; esta palabra es traducida del griego «εκλέγω», lo que significa simplemente hacer una elección, lo que implica que se hace entre varias posibilidades. Cuando se escogen objetos, está implícito un propósito. Lo que de Dios se dice es que «nos escogió». Pablo está seguro de que esta acción es activa de parte de Él y una acción pasiva de los sujetos de la elección. MacArthur lo explica así:
La elección es el escogimiento libre y soberano de Dios, realizado en la eternidad pasada, para poner su amor en ciertos individuos y, sobre la base de nada en ellos mismos, sino exclusivamente por el beneplácito de su voluntad, para escogerlos para ser salvos del pecado y de la condenación, y para heredar las bendiciones de la vida eterna a través de la obra mediadora de Cristo. (John MacArthur y Richard Mayhue, Teología Sistemática: 503)
La elección es una acción soberana del Señor que fue ejecutada antes de la misma existencia de la humanidad; la deidad no necesitaba la existencia de sus criaturas para escogerlas. Antes de que el mismo hombre existiera, antes de que el pecado lo corrompiera, ya Dios tenía el plan de redención basado en su soberana elección.
Los sujetos de la elección
Ya que Pablo ha dicho que «Dios nos escogió», es axiomático que es un grupo reducido, lo que implica que es Pablo más otro grupo de personas. Los creyentes de Éfeso son parte de este grupo, ya que el verbo se presenta en primera persona del plural; los receptores son parte de esa elección. Más allá de este pasaje, la Biblia enseña que este grupo de elegidos es más grande y no se reduce a los efesios y a Pablo.
Cuando el pecado entró en el mundo, Dios prometió redimir a la humanidad caída (Gn 3:15). Dios llamó y escogió a Abraham para que él fuera la fuente de la bendición para todas las naciones, de manera que sus descendientes heredarían la promesa (Gn 12:3; Éx 19:5–6). Dios mismo eligió a todas las personas quienes ejercerían la fe en Cristo y así encontrarían la salvación y la vida eterna. Dios siempre toma la iniciativa en la salvación.
La iglesia es ahora elegida por Dios para recibir salvación y vida eterna (Romanos 8:29) La elección se realizó antes de la creación; esta expresión la utiliza Pedro al referirse a la predestinación divina para Cristo como cordero sin mancha listo para ser presentado (1 P. 1:20). Según la enseñanza del mismo apóstol, la elección divina descansa en la presciencia del Padre (1 P. 1:2). Dios ha escogido a los que han de formar parte de la Iglesia, no por un accidente que le pudiese pasar al caer en pecado Adán y Eva; su plan ya estaba determinado antes en su eterna sabiduría desde la eternidad y se cumplirá porque es inmutable.
La iniciativa de Dios en la elección
Para salvar a la humanidad, Dios actuó. En primer lugar, ya había dado una promesa (Gn 3:15); después de esto, se dispuso a enviar a su Hijo para ofrecer a la humanidad la posibilidad de tener la vida eterna por medio de la muerte del Hijo en la cruz (Jn 6:44). Dios no ocultó su deseo de salvación (Jn. 3:16–17); además, reveló que el medio para salvarlas era Su voluntad de traerlos a la vida eterna (Jn 6:44b). Todos estos pasajes muestran que ha sido siempre Dios el que tiene esa iniciativa salvadora; el ser humano está incapacitado por su pecado para buscar a Dios.
En ningún pasaje de la Biblia se encuentra que el hombre pueda ser santo por sí mismo o que pueda buscar a Dios; todo lo contrario, es negado radicalmente: «No hay hombre bueno, no hay quien busque a Dios» (Ro 3:10–11). Dadas las condiciones de pecado del ser humano, Dios, en su rica misericordia, ha querido actuar para salvarlo. No porque el hombre lo merezca o porque Dios lo necesite, sino conforme a la buena intención de su voluntad (Ef 1:5).
Ya que es cierto que el ser humano no tiene nada bueno que ofrecer, entonces la elección no puede basarse en méritos humanos, sino en el Dios bondadoso que ha decidido salvar a aquellos que estaban destinados a la perdición. Pablo le explica esto a Timoteo al decirle:
Él nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según Su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad, y que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien puso fin a la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio. 2 Ti 1:9–10.
Nunca el ser humano ha sido capaz de buscar a Dios y menos de alcanzar la salvación por sus medios y eso es lo que hace más extraordinaria la obra de la Cruz: el hombre caído y pecaminoso, aun cuando rechazaba al Dios altísimo, fue rescatado de las llamas del infierno por el puro afecto de la voluntad de Él. Cuando Dios entregó a su Hijo, ya sabía que habría de padecer y aun así lo entregó por amor a aquellos que lo rechazaban siempre.
El propósito de la elección
Dios tenía un propósito para elegir a la iglesia; este es para que fuesen santos. No los escogió porque eran santos o porque tuviesen un carácter de santidad, sino con el objetivo de que llegasen a ser santos. Dios escogió a los creyentes para formar un pueblo santo separado de todos los demás pueblos. Los creyentes han sido apartados para Dios, al igual que en la antigüedad eran elegidos utensilios para el servicio del Señor en el Templo. Todo lo que proviene de Dios es para beneficio del ser humano y la santificación también lo es.
Los cristianos forman una comunidad santa como un templo del Espíritu, centrado en Cristo como el siervo santo. Todo lo que Dios ha hecho es escogerlos para que delante del Padre sean vistos como santos, incorruptibles. La otra palabra que se usa para describir la acción de Dios es «άμωμος», que significa «irreprochable», «sin culpa», «sin defecto».
Al entregarse Cristo y derramar su sangre, logró el propósito eterno, que es la purificación y santificación de la Iglesia, permitiendo así que los creyentes sean liberados de la culpa del pecado y puedan convertirse en morada del Espíritu Santo. Cristo es hecho para los creyentes «justificación, santificación y redención» (1 Co. 1:30); su sacrificio es suficiente para alcanzar a personas de todas las partes del mundo y de todas las generaciones, en otras palabras, la iglesia universal. El amor sacrificial de Cristo tiene como meta separar y purificar a la Iglesia de todo pecado, haciéndola santa y apartada para Dios (Ef. 5:26).
Todo lo anterior tiene como finalidad la glorificación de Dios mismo, ya que el ser humano está hecho para darle gloria a su Nombre y no puede escapar de esa realidad. El impío dará gloria a Dios en su condenación y el cristiano cuando sea transformado a la imagen de Cristo (Col 3:3).
La responsabilidad de la Iglesia
Dado que Dios ha hecho la labor de elegir a la Iglesia, ha dado a su Hijo para purificarla y presentarla sin mancha, y exige a los cristianos que vivan de una manera santa. La segunda parte de la epístola se enfocará en llamar a los cristianos. La iglesia también tiene su responsabilidad en la santificación.
Si bien es cierto que los creyentes ya fueron lavados y purificados desde antes de la fundación del mundo. El mandamiento para la Iglesia es «Sean, pues, imitadores de Dios como hijos amados» (Ef 5:1); el carácter a imitar es la santidad. Los creyentes todos tienen que ser imitadores de Dios y de Cristo; el llamado que hace Pedro es que sean santos, como Dios también es santo (1 P 1:15-16) Los cristianos tienen que esforzarse por vivir ahora la vida piadosa en la santidad que corresponde a la vida que han sido llamados.
Más adelante, Juan, en su epístola primera, va a recalcar que todo aquel que dice que es de Cristo debe andar como él anduvo, que ninguno que dice ser cristiano puede andar en una vida pecaminosa, porque entonces es mentiroso. No es posible que alguien que haya sido llamado a la vida eterna y elegido desde antes de la fundación del mundo pueda vivir una vida despreocupada y llena de pecado. En esta segunda sección de la epístola se va a hacer el resumen de todas esas obras de la carne que el creyente debe dejar. Debido al motivo de este ensayo, solo se citarán, pero sí es importante recalcar que el hecho de que Dios haya escogido a la iglesia desde antes de la fundación del mundo no le da la libertad para vivir en pecado y lejos de la santidad que demanda Dios.
Los pecados que los creyentes deben dejar son la inmoralidad, la impureza, la avaricia, las obscenidades, necedades, groserías y la idolatría, porque ninguna persona que cometa estas actividades puede entrar en el reino de Dios (Ef 5:1–5). La elección de Dios no se puede usar como pretexto o como herramienta del libertinaje, la salvación por gracia debe ser el motor que los creyentes tienen para ir en pos de la santidad que conviene a la casa del Señor. De manera que si alguno dice ser cristiano y vive en esta forma mundana, se engaña a sí mismo y la verdad de Dios no está en él. Juan, el apóstol, lo resume de la siguiente manera:
Si decimos que tenemos comunión con Él, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en la Luz, como Él está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado. (1 Jn 1:6–7).
Ahora es importante resaltar que la seguridad de la salvación no está en las obras de los creyentes; la confianza está en Dios que hace promesas inquebrantables. Como resultado de esto, el Espíritu guía a los creyentes a amar a Cristo; el conocimiento de los creyentes de la doctrina de la elección dará seguridad y a la vez llevará a los cristianos a una vida santa. Estas evidencias son importantes para que los creyentes estén seguros en la salvación que Dios les ha dado y a la vez testifiquen a otros de la necesidad que tienen de ser salvados.
CONCLUSIÓN
Al abordar este tema, se ha determinado lo que Dios ha hecho por la humanidad, su amor lo ha movido a salvar a los pecadores que estaban destinados a la condenación y a la muerte eterna. Es fácil llegar a la conclusión de que la elección era una necesidad. Las personas no tienen la motivación para buscar a Dios y son esclavos del pecado, que la acción divina es lo que ha hecho posible este don de la salvación en la humanidad.
Ahora que la santidad posicional ha sido alcanzada por Cristo, los creyentes deben buscar vivir de una manera piadosa que sea coherente con el llamado divino. Nadie puede usar la elección como pretexto para vivir pecaminosamente; todo lo contrario, debe encontrar en ella el impulso necesario para buscar glorificar al Padre y ser imitadores de su santidad.
Ya que el lector se ha introducido en este tema, debe profundizar más en él para que encuentre la riqueza que ofrece y así logre entender las riquezas de la misericordia de Dios, por la cual ha concedido salvación a la humanidad, una humanidad que, sin la elección, estaría en su totalidad confinada al infierno, pero gracias a la obra divina en la eternidad, hoy puede gozar de la comunión con el Padre por medio de Jesucristo.
BIBLIOGRAFÍA
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