Amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios. Y todo lo que pidamos lo recibimos de Él, porque guardamos Sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de Él. 1 Jn 3:21–22.
Nuestra conciencia delante de Dios puede reprendernos, pero también puede llenarnos de bendiciones. Cuando estamos bajo la ley de Jehová y queremos andar en la santidad que conviene a su casa, nuestros corazones estarán tranquilos, la comunión con el Señor será tan plena que habrá confianza delante de Él. «Esta confianza de la que Juan habla es un término de la época que denota una libertad confiada y gozosa para correr a Dios y llegar delante de su presencia abiertamente a presentar las necesidades». En otras palabras, podemos ir desvergonzadamente hasta el trono de su gracia porque no hay condenación sobre nosotros (Ro 8:1), nuestras conciencias están limpias, Él nos recibirá para oírnos.
Ya que podemos ir hasta su presencia, podemos aclamarle (Ro. 8:15), podemos llamarlo Padre, esta es la importancia de tener una conciencia pura delante de Dios. Como resultado tendremos un corazón santificado que solo pide cosas espirituales, para la gloria de Dios y como eso es una realidad, Dios nos dará lo que pidamos.
¿Qué pide una persona espiritual? La persona más espiritual que ha existido es Jesucristo, en su oración sumo sacerdotal intercedió por sus discípulos, para que el testimonio del Padre y su nombre fuese llevado a todas las naciones (Jn 17). Y ante la presión de las dificultades, pidió lo siguiente «pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya» Lc 22:42. Las oraciones de las personas espirituales son oídas porque hacen la voluntad de Dios y la buscan, además piden cosas que traen gloria a Su Nombre.
Si hacemos las cosas que son agradables a Dios y guardamos sus mandamientos, nuestras peticiones buscaran ese objetivo, agradarle y guardar su ley. Pero hay que ser honestos en que pedimos mal, para nuestros deleites (Snt 4:3) y no para la gloria de Dios, así no recibiremos nada de lo que pedimos. La lección para nosotros, la que Dios quiere darle a su pueblo, es que purifiquemos nuestros corazones, nos limpiemos, para acercarnos a Él con conciencias puras, ofrendas agradables y peticiones santas, cuando lleguemos de esta manera Él sí responderá y nos dará lo que le pedimos.