Dios guarda y purifica a su remanente para glorificarlo.

A hiker climbs a desert trail towards mountains.

Porque ni Israel ni Judá han sido abandonados por su Dios, el Señor de los ejércitos, aunque su tierra está llena de culpa delante del Santo de Israel.  (Jeremías 51:5)

Este es uno de los textos más impresionantes; se encuentra en el contexto del exilio babilónico y Dios está emitiendo juicios contra Babilonia, pero no se olvida de su pueblo.

 Algunos piensan que Jehová era un Dios de ira, de juicio y temible; todo eso es cierto, pero también es cierto que es amoroso y misericordioso con los suyos. Todos los pecados que cometió Israel como nación no superaron la gracia y misericordia de Jehová que se renuevan cada día.

Dios no olvida a su pueblo, ni sus promesas; no puede el pecado apartar al Señor de sus promesas, ni lo harán de su pueblo. Esto es motivador para los que esperan restauración en Israel y de inmenso gozo para los creyentes porque pueden depender de la misericordia de Dios y no de sus fuerzas. Cuando el pecado nos gane la batalla un día, podemos seguir adelante porque Dios no desecha a sus elegidos ni los abandona.

Este texto significa que Dios castigaría a su pueblo; Dios los tomó por hijos y los disciplinaría (Heb 12:5–11). Un Dios tan santo y amoroso no permitiría que sus hijos se descarriaran sin advertirles, y a pesar de la advertencia, los disciplinó para que volvieran a casa. Porque el final último de la disciplina del Señor es la restauración y no la destrucción.

De este pasaje podemos aprender que la santidad realmente conviene a la casa de Dios (Heb 12:14), que los hijos de Él son conocidos por andar en ella (1 P 3:15-16); los creyentes, como santos y escogidos, no se adaptan al mundo, más bien buscan la santidad para andar en la voluntad del Señor (Ro 12:1–2).

Cuando la iglesia se descarría de su propósito, que es alabar a Dios y testificar de su evangelio, cuando se va en pos del mundo y del pecado, de los deleites temporales. Entonces el mismo Señor los llama a cuenta (Ap 2-3) para que vuelvan. Si no lo hacen, indefectiblemente la disciplina vendrá.

Volviendo al texto, aun en medio de la disciplina y la corrección, se puede encontrar que Dios no olvida sus promesas y no abandona a su remanente, el Señor guarda a los suyos, los preserva y los purifica porque Él no abandona a los que por sangre de Cristo han sido comprados, los perfecciona para la eternidad, si es posible por medio de las llamas de la prueba y de la disciplina. Pero serán manifestados con Cristo en gloria (Col 3:4).