Mantengan entre los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que en aquello que les calumnian como malhechores, ellos, por razón de las buenas obras de ustedes, al considerarlas, glorifiquen a Dios en el día de la visitación. 1 P 2:12.
Dios quiere que, como creyentes, tengamos una conducta honorable delante del mundo que nos rodea; la exhortación de Pedro a los hermanos de la dispersión muestra claramente ese deseo. Esto debe ser una prioridad entre los creyentes, ya que si iban a anunciar las virtudes de Cristo, es necesario que su conducta sea acorde a la santidad del Señor. Su deber es modelar a Cristo con una conducta irreprochable.
Esta conducta que los creyentes deben tener no los exime de las acusaciones; Pedro no les dice que tengan esta buena conducta para que no los acusen. Les dice que serán calumniados como malhechores, es decir, los creyentes eran acusados en el primer siglo de muchos delitos como: rebeldes contra Roma, de caníbales, incestuosos, ateos, entre otros más (Hch 16:18–21).
Cuando los creyentes son injuriados de esta manera, no es correcto levantarse a defender o a luchar, hay que soportar la calumnia de una manera santa en la que los dichos de ellos sean contrastados por un andar en la santidad (1 Pe 1:15-16, 2:1-2). Los que han creído en Dios deben ocuparse de hacer el bien y las buenas obras (Tit. 3:8).
Cuando Dios visite a los pueblos, los que en algún momento murmuraban glorificarán a Dios; el Señor visita a su pueblo para juicio o para redención (Rt 1:6, Éx 3:2–10, Is. 10:3; cp. 23:17). Cualquiera de las formas en las que Pedro estaba pensando, en cualquier escenario, los incrédulos glorificarían a Dios.
En muchas ocasiones, el testimonio de los creyentes acerca de Jesucristo, acompañado de una vida piadosa, hace que aun los incrédulos respeten el Evangelio. En una ocasión me fue contado que los mareros que querían dejar las pandillas eran asesinados cruelmente, excepto aquellos que iban en pos de Jesucristo. Ese es el poder que tiene el evangelio aun sobre los impíos, pero muchos de los que persiguieron a la Iglesia también alcanzaron salvación, como Pablo.
Aun en la persecución, si es necesario por la causa de Cristo, que suframos por un poco de tiempo (1 Pedro 1:5–9), es necesario tener en medio de los que nos persiguen y nos injurian una conducta irreprochable, así como Cristo lo hizo para dejarnos ejemplo (1 Pedro 2:21). Que la obra de Cristo sea conocida en nuestra comunidad al tener delante de ellos un corazón amable y perdonador, aun cuando esta solo tenga cosas malas que decir contra nosotros; esa es la voluntad de Dios.