A Dios nunca lo ha visto nadie. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y Su amor se perfecciona en nosotros. En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de Su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. 1 Jn 4:12–16.
El razonamiento de Juan en cuanto al amor es sencillo, el amor de Dios es el reflejo de la obra de Cristo en los creyentes. A Dios nadie lo ve, ahora tampoco está Cristo físicamente, ya nadie puede decir que lo ve a través de Él, otra vez es invisible (1 Ti. 1:17; 6:16). Pero Dios sigue dando testimonio de su gracia y su poder en medio de la Iglesia, cuando esta practica el amor, entonces se puede observar Su permanencia en medio de su pueblo.
También es importante observar las distinciones que Juan hace, Dios permanece en el creyente, se evidencia en el amor por su puesto, pero la seguridad del creyente no está en que ame o deje de amar. La seguridad está en que nos ha dado su Espíritu (Ro. 8:9), el cual da testimonio de Dios en nosotros y nos hace ser semejantes a Cristo, enseñándonos el amor. Muchos dicen amar al prójimo, pero no tienen el amor y el temor de Jehová en sus corazones, están condenados a la perdición eterna. El Espíritu es el sello de nuestra redención (Ef. 1:13–14), ese sello nos hará semejantes a Cristo. Todo lo que se haga sin la dirección del Espíritu es una falsificación, aunque parezca una obra amorosa.
Juan hace un resumen de la obra divina en la salvación, una obra trinitaria, Dios mando a Cristo a salvar a la humanidad, solo confesando a Cristo es que una persona puede ser salva, creyendo de corazón que Dios lo levantó de entre los muertos (Ro 10:9-13). Ahora los que creen pueden conocer el amor de Dios y pueden permanecer aferrados a ese amor y ahora ese amor da testimonio visible de que somos hijos Suyos (Mt 22:37–40).
En resumen, Dios nos ha amado desde el principio, mandó a su Hijo a salvarnos, su Espíritu a guiarnos a toda verdad. Ahora, los que dicen creer en el Padre y tener su Espíritu y la vida en Cristo permanecen en el amor del Trino Dios, este amor se manifiesta entre los creyentes, dando un testimonio visible entre los creyentes y los incrédulos. Lo que debemos preguntarnos es ¿Es visible esta obra divina en medio de Nosotros? ¿Sabe el mundo que amamos a Dios sobre todas las cosas? ¿Puede el mundo ver el amor con que nos amamos en Cristo?