El creyente puede confiar en medio de la persecución porque Dios está cuidándolo mientras juzga a los impíos.

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Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal». 1 P 3:12.

Este texto, en medio de un llamado del Señor para soportar los agravios del enemigo, puede traer consuelo a los creyentes, porque parece que Dios les ha dicho simplemente que soporten a los malos, que aprendan a convivir con ellos y que nada sucederá. Pero la realidad es otra: el soportar el ataque de los incrédulos y sufrir el agravio está siendo supervisado por Dios y él cuida a su pueblo.

Pedro señala el cuidado que Dios tiene sobre su pueblo con una cita directa de los Salmos (34:15–16). Lo que representan estas palabras es que el Soberano de la tierra está al tanto de lo que sucede y que está protegiendo a los suyos, guardándolos y cuidándolos aunque no parezca ser la realidad.

Dios vigila a su pueblo para cuidarlo, pero este sufre. ¿Cómo es esto posible? La respuesta va más allá de lo que como creyentes entendemos como bueno; el Señor es quien ha vencido la muerte y el pecado, gobierna sobre el mundo entero, y aunque los creyentes están pasando tribulaciones, esto tiene dos propósitos, la expansión del evangelio y probar la fe de los creyentes (1 P 1:7–9).

Así que efectivamente, a veces lo bueno para el creyente es que su fe sea fortalecida por medio de los incrédulos y sus maldades que se levantan contra Dios y su pueblo, pero Él sigue estando al control de todo; por lo tanto, ir en oración para pedir auxilio no debe presentar un desafío real (Fil. 4:6; 1). Dios está escuchando a su pueblo, lo cuida y lo guía, o, por otro lado, lo fortalece para que su valor no mengue en medio de la persecución (1 Jn. 5:14–15).

Mientras Dios está contestando las peticiones de los santos, lo que hace que entrar en su trono de gracia no sea un problema (He. 4:16). El rostro del Señor se ha vuelto en contra de los enemigos, lo que sugiere que la ira de Dios está juzgando a los malos. Los malos parecen ser victoriosos siempre, parecen llevar una vida más sencilla y hasta mejor que la de los creyentes, pero la ira del Señor sigue sobre ellos.

A pesar de la persecución que sufre un cristiano a manos de los impíos, puede estar seguro de dos cosas: Dios está al tanto de todo y cuida a sus hijos, y Él ha juzgado al impío. No tenemos un Dios lejano que se ha olvidado de su pueblo; tenemos un Dios tan cercano que mueve todos los hilos de la historia de la humanidad para la gloria de Su Nombre, esto incluye el cuidado amoroso de aquellos que ha comprado.

Es cierto, hay que soportar el agravio y al impío y sus maldades, pero el Santo Dios los ha soportado por más tiempo y ya los ha juzgado. Ese comportamiento que tienen sobre la vida de los cristianos es también para beneficio de los creyentes, para que su fe sea fortalecida en Cristo y crezcan a Su imagen. A veces es necesaria la persecución, pero es Dios quien la regula; Él la guía para que sea para la gloria de su nombre y para alcanzar a su pueblo. Esto debe traer consuelo: Dios reina en medio de este caótico mundo y todo es para su gloria.