Por tanto, puesto que Cristo ha padecido en la carne, ármense también ustedes con el mismo propósito, pues quien ha padecido en la carne ha terminado con el pecado. 1 P 4:1.
Ya que Jesús ha sufrido hasta lo sumo, dejando su vida en la cruz del Calvario (1 P. 2:24), siendo justo, sufrió la muerte a manos de injustos. Dado que su plan eterno era padecer por los pecadores despojándose a sí mismo, en su humillación se ve entregándose humildemente y sin reproches a aquellos que habían de condenarlo injustamente. Su muerte y su juicio en manos de los impíos es lo más injusto que se conoce en la historia de la humanidad.
Dios quiere que los creyentes se armen de ese pensamiento, el de humildad, ante la opresión injusta del enemigo. Lo que realmente significa llevar la cruz (Mt. 10:38–39), estar dispuesto a poner la vida por la causa de Cristo, en manos de los impíos, con tal de seguir al Señor. Para los apóstoles, tomar la cruz era poner su vida para que el nombre de Cristo llegara a todo pueblo y nación, asumiendo ellos los peligros de muerte (2 Ti. 4:6).
Hasta el día de hoy siguen muriendo muchos que se han vestido del mismo pensamiento de Cristo, porque esperan en Dios una mejor vida, la eterna, la celestial (Ap. 21:4; 22:14–15). Así como el Señor puso la mirada en el gozo delante de Él (He. 12:2), muchos cristianos lo siguen haciendo de la misma manera; ponen la mirada en lo celestial, abandonando lo terrenal porque esperan de los cielos al Señor.
El mundo se puede levantar contra los creyentes, pero los verdaderos prevalecerán aun cuando esto signifique dejar sus vidas. Los cristianos que quieran luchar contra el mundo y el pecado deberán vestirse del mismo pensamiento de Jesucristo para vencer. Sufrir los agravios, las vejaciones y hasta la muerte es lo que significa tomar la cruz y seguir a Jesús; eso es lo que se espera de los discípulos.
En esta sociedad posmoderna, el dolor es visto como algo negativo, que hay que erradicar de inmediato. El cristianismo ha caído en la trampa. Llevar la cruz ya no es tan honorable como prosperar en la sociedad. En América Latina se prioriza el bienestar y el estatus social antes que el tomar la cruz y seguir a Cristo. Ya no se predica de lo que es necesario sufrir por el evangelio y lo que significa despojarse; se ha caído abrupta y solapadamente en el evangelio de la prosperidad.
Deberíamos analizar si realmente tomamos la cruz o la rechazamos, al escuchar el sufrimiento de los mártires por el evangelio en otros lugares. Esto es especialmente importante cuando los cultos están vacíos, la gente no asume responsabilidades en la iglesia, ni sacrifica su tiempo por el Señor por evitar viajar unos kilómetros. Ser cristiano es más que identificarse con un pueblo, es hacerlo con Cristo, es vestirse de su pensamiento sacrificial para que otros también vean el poder del Evangelio. Es hora de volver a tomar la cruz y seguir al Señor.
