El  deber del creyente es ayudar a los que por el pecado son debilitados. 

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Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho. Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto. Stg 5:16–18.

Las Escrituras son enfáticas en que debemos confesar los pecados los unos a los otros y que esto traerá restauración. Es importante cuando estamos junto a otros creyentes que pueden ayudarnos a sobrellevar las cargas. Esos cristianos de confianza a quienes se les puede confesar pecados. Esta práctica es saludable para la iglesia; la honestidad traerá ese refrigerio al alma. La confesión de pecado trae restauración (He. 12:12–13), emocionalmente y físicamente, porque por las heridas de Cristo fuimos sanados de las consecuencias del pecado (1 P. 2:24).

Orar e interceder por los creyentes que confiesan sus pecados no debe tomarse a la ligera; la Biblia dice que esas oraciones son eficientes. Elías, todo un hombre de Dios, endiosado por algunos, que parece de carácter inquebrantable, es presentado por Santiago como un hombre más con sus pasiones y sus luchas. Pero su oración fue suficientemente poderosa para que la sequía se produjera y luego su oración atrajo la lluvia.

Lo que la Biblia enseña es que esta práctica de estar orando uno por otros, darles tiempo a los hermanos que necesitan ser escuchados, es muy importante. Las iglesias deben tener esta costumbre de estar dispuestas para esta buena obra. MacArthur dice: «Los ancianos de nuestra iglesia están disponibles para la congregación cada domingo, en la mañana y en la tarde, antes y después de los cultos, así como en cualquier momento en el que sean necesarios, para reunirse con los débiles y lastimados y orar por fortaleza para ellos».

Esta práctica debería ser recurrente entre los que pastorean almas: estar siempre atentos a las necesidades de las ovejas. La iglesia debe estar consciente de que, en el momento que lo necesite, habrá alguien que los socorra en sus necesidades espirituales. Esto crea un ambiente de santidad y de bienestar espiritual en medio de la congregación.

Hermanos, es un mandamiento de Dios que nos confesemos los pecados los unos a los otros y que oremos los unos por los otros. No añadamos otro pecado a nuestra lista haciendo caso omiso a esta realidad. Como creyentes debemos crecer en la santidad, pero esto inicia en la confesión de pecados y con la disposición de nuestros corazones para ayudar a los que están debilitados y necesitan de nuestra intercesión.