Hermanos míos, si alguien de entre ustedes se extravía de la verdad y alguien le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados. Stg 5:19–20.
Después de hablar del debilitamiento que produce el pecado, la confesión de pecados y la necesidad de que haya en la iglesia un grupo de hermanos confiables a quienes se pueda acudir cuando el pecado ha ingresado a la vida, después de dar instrucciones de cómo restaurar a los que por el pecado están siendo acusados.
Los cristianos deben colaborar con los que se extravían de la verdad; estos son los que por alguna razón en particular se apartan de la verdad. Esto es pecado, lo sabemos porque la Biblia lo afirma. Pero si alguien anda desviado de la verdad, el deber del creyente es amonestarlo a que vuelva a Cristo. Hay solo dos razones por las que las personas se extravían: porque no son creyentes y necesitan el evangelio de la salvación o por causa del pecado en la vida de los creyentes, y estos también necesitan el evangelio.
Normalmente, cuando esto pasa, la indiferencia puede ganarnos; puede que la pereza o el poco compromiso que tengamos con esas personas no nos hagan buscarlo, o que simplemente el hecho de que no vuelva a la iglesia nos sea indiferente. Santiago nos habla de la importancia de hacerlo volver de su mal camino. La cuestión es que, por causa del pecado y la necesidad que tienen de escuchar el evangelio, no están esperando a que las vayan a buscar; son ovejas que aman estar extraviadas.
Ya sea que sean creyentes o no, si cualquier hermano toma la iniciativa de predicarle el evangelio y traerlo de nuevo a la casa del Señor, lo que está haciendo en realidad es practicar el mandamiento que Dios dio (Mt 28:19–20). En otras palabras, traer a los que se han extraviado, o al menos buscarlos con el poder del evangelio, es lo que puede hacer que esta persona pueda obtener perdón de sus pecados y le traerá salvación a su vida. No es el hecho de ir a buscarlo y forzarlo a volver que le perdonará sus pecados; lo que hará esta obra es el perdón de pecados que se obtiene por el sacrificio de Cristo en la cruz. Eso es lo que debemos anunciar a los extraviados.
Hermanos, no seamos negligentes en esta obra; el deber de cada cristiano es anunciar a Cristo y a este crucificado, y si alguien que está en nuestro círculo, en medio de la congregación, se extravía, tenemos aún más responsabilidad delante de Dios y más razones para predicarle a Cristo. No podemos nada más asumir que se fue y dejarlo sin antes anunciarle el evangelio que tiene poder para librar sus vidas del infierno.
Como iglesia, nuestro deber es anunciar el evangelio a todos; no podemos ser flojos en esta tarea, debemos empezar a hacerlo, estén o no en nuestra iglesia. El deber del creyente es traer a las personas que vagan por el mundo la verdad del evangelio.