Pero ellos darán cuenta a Aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Porque con este fin fue predicado el evangelio aun a los muertos, para que aunque sean juzgados en la carne como hombres, vivan en el espíritu conforme a la voluntad de Dios. 1 P 4:5–6.
Ciertamente, la persecución a los creyentes es una realidad, pero es tan cierto como que Dios está al tanto de ellas (2 Ts. 1:6–9). Cada incrédulo dará cuentas a Dios de todo el mal que le hace a los creyentes; esto es un consuelo para los cristianos que son enviados al mundo a dar testimonio de Cristo.
En ese momento, muchos cristianos morían y sufrían por Cristo; se les animaba a predicar el evangelio, mostrarse y permanecer firmes. Los apóstoles los animan a seguir luchando por la causa de Cristo, por el evangelio y por ser testimonio vivo de la Verdad. No cabe duda de que para algunos posmodernos esto es una locura: abrir las puertas de la iglesia cuando se corre riesgo, congregarse cuando se corre peligro o predicar de Cristo cuando nadie escucha o son vituperados por el evangelio.
Pero la realidad es que Dios manda a los suyos a mantenerse firmes en un mundo que los odia; por ello, el mandamiento es seguir siendo luz en medio de las tinieblas. Y que sus muertes no han sido en vano, o su sufrimiento; por eso los que ahora están muertos escucharon el evangelio, para que, aunque están muertos físicamente, por el poder de la resurrección de Cristo, vivan en el espíritu.
En este aspecto es que Pablo anima a los creyentes a confiar en la obra de Dios en sus vidas (1 Ts. 4:13–18). Ninguna persecución o guerra que los impíos levanten contra los creyentes podrá quitarles lo que Cristo ya les ha dado, la vida eterna. Aunque sean juzgados en la carne por hombres, condenados a muerte por la fe en Cristo, ya tienen la vida asegurada en la eternidad.
Creo que esto es algo que de alguna manera se han olvidado los que hablan de prosperidad o los que quieren evitar a toda costa «sufrir» de alguna manera por el evangelio. El mundo no ama a Dios y a nadie que lo represente o modele, pero Dios ama a los que lo representan en este mundo caído. Él pagará a los impíos conforme a sus obras y a los creyentes les ha dado vida en Cristo.
De manera que no hay excusa para que una iglesia no quiera salir al mundo a predicar de Cristo, no hay razón para que no pueda ser luz pública en medio de las tinieblas; Dios ya ha vencido sobre los enemigos terrenales, pero sobre todo sobre la muerte, para vivificar a aquellos a quienes ha llamado.
