Estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús. 1 Tes 5:16–18
Muchas veces, como creyentes, estamos cavilando cómo hacer o para dónde ir, pero la vida cristiana y el espíritu solo se pueden fortalecer a la luz de este mandamiento triple: la voluntad de Dios para el creyente es el gozo, el gozo por la salvación, la vida eterna, la comunión con Cristo. Los creyentes que no viven una vida llena de gozo no agradan a Dios. La única manera de vivir gozosamente es recordando que el fin de cada uno de nosotros ya no es el de muerte eterna.
La voluntad de Dios también pasa por la oración; si el creyente no está en constante oración y petición delante del Señor, entonces no está haciendo su voluntad. Es difícil aceptarlo, pero es cierto, la oración está muy descuidada, no hay interés por promover esto dentro del pueblo de Dios; parece que en las agendas apretadas de cada uno de nosotros orar es un sacrificio más que una bendición. La oración constante es la voluntad de Dios.
Ser agradecidos con Dios es la última de las cláusulas de la voluntad de Dios; estar dando gracias no es natural del ser humano; por naturaleza somos malagradecidos. Una de las cosas que se deben aprender es a dar gracias al Señor en todo, y bueno, la palabra «todo» abarca más de lo que deseamos, es decir, lo que nos encanta, nos gusta, nos agrada y nos disgusta; en todo hay que ser agradecidos; esta es la voluntad de Dios.
Un último detalle de esta línea es que ni el gozo, la oración y el agradecimiento están limitados a una situación específica; todos están bajo la misma cláusula, el mismo mandamiento, pero ser agradecido es y siempre será la voluntad de Dios para el creyente, no importa el lugar, lo que sintamos o no, pero lo que no debemos olvidar es que todo lo que al creyente le pasa actúa para bien (Rom 8:28); si estamos dispuestos a entender esto, entonces siempre seremos agradecidos. Alguien una vez me preguntó: «¿Por qué estos tres aspectos están en imperativo?». La única razón que se me ocurrió es que el creyente no está preparado para hacerlo en su propia voluntad; tiene que doblegar la carne para cumplir estos mandamientos.
Que la gracia de Dios nos ayude a hacer su voluntad.