El juez justo

Avatar de Daniel Noyola

⁠ Dios es juez justo,

Y un Dios que se indigna cada día contra el impío. 

Salmo 7:11  ⁠

El Salmo 7:11 nos presenta a Dios como el Juez justo que todo lo ve y juzga con perfecta rectitud. Aunque nos consuela verlo como nuestro Padre, Pastor y Amigo, recordarlo como Juez es esencial para comprender Su carácter en su totalidad. Su justicia es perfecta; a diferencia de los jueces humanos, Dios no se equivoca, no es parcial, y juzga incluso las intenciones y pensamientos más profundos de nuestro corazón (Hebreos 4:12).

La santidad y la justicia de Dios son inseparables. Un Dios santo exige santidad en quienes desean acercarse a Él (1 Pedro 1:15-16). Su oposición al pecado es total, y Su naturaleza santa exige que el pecado sea juzgado y castigado. En la salvación de los pecadores, vemos la santidad de Dios manifestada, pues Él no ignora el pecado, sino que lo juzga plenamente en la obra de Cristo en la cruz. Allí, la ira justa de Dios fue satisfecha, y Cristo asumió el castigo en nuestro lugar, haciendo posible que seamos reconciliados con un Dios santo.

La indignación de Dios hacia el pecado no es un arrebato, sino una respuesta justa y constante hacia toda injusticia. Esto debería consolarnos, ya que sabemos que Dios no tolera el mal y que Su justicia prevalecerá. Sin embargo, también debería movernos a examinar nuestra propia vida. El pecado no es algo que podamos ocultar o justificar; Dios lo ve todo y nos llama a vivir en santidad, reconociendo que cada pensamiento y acción serán juzgados. Nos anima a orar, como el salmista, “Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón” (Salmo 139:23), sabiendo que nuestras vidas deben reflejar Su justicia y santidad.

Finalmente, aunque la realidad del juicio de Dios puede parecer desalentadora, tenemos esperanza en Cristo, nuestro Salvador y Abogado. Él cumplió la justicia de Dios al cargar con nuestra culpa, para que podamos ser declarados justos y vivir sin temor a la condenación (Romanos 8:1). Su sacrificio transforma nuestro temor en gratitud y nos da seguridad de que, si estamos en Él, no enfrentaremos el juicio eterno.

Que esta verdad nos impulse a una vida de reverencia y gratitud, buscando agradar a nuestro Juez santo, quien en Cristo se ha convertido también en nuestro Redentor y Amigo. Vivamos conscientes de Su justicia y Su misericordia, descansando en que Él es un Juez justo y fiel.