El Señor se enojó mucho contra sus padres. Diles, pues: “Así dice el Señor de los ejércitos: Vuélvanse a Mí’, declara el Señor de los ejércitos, ‘y Yo me volveré a ustedes’, dice el Señor de los ejércitos. ‘No sean como sus padres, a quienes los antiguos profetas proclamaron, diciendo: “Así dice el Señor de los ejércitos: ‘Vuélvanse ahora de sus malos caminos y de sus malas obras’”. Pero no me escucharon ni Me hicieron caso’, declara el Señor. Zac 1:2–4.
El profeta Zacarías es enviado a la nueva generación de israelitas a advertirles de su mal proceder delante de Dios. Están iniciando a construir el templo, volviendo del cautiverio a sus tierras; todo lo que viven es gracia divina, pero la bonanza puede venir con juicio también. Cuando el Señor les da la oportunidad de regresar, les advierte también de juicio, para que no caigan en las prácticas pecaminosas de sus padres y en la misma condenación.
En esto hay un detalle no menor: setenta años de cautiverio no cambiaron las actitudes pecaminosas del pueblo, pero ahora que están recibiendo misericordias, deben saber que también hay juicio. Para mostrar esto, Dios les muestra los pecados de sus padres que no escucharon a los profetas ni sus palabras, y todos murieron. Pero el Señor quiere preservarlos en la tierra y en las condiciones de amados.
Es maravilloso hablar de la gracia de Dios en nuestras vidas; bueno, los judíos vieron esta gracia, pero la disciplina y el juicio del Señor siguen siendo tan reales como su gracia. Los creyentes que creen que ya no hay más furor ni celo en Dios y que pueden vivir en completa libertad son los llamados a pensar en el Señor como juez justo; los que piensan que viven en santidad deben santificarse más. Porque el Dios de santidad exige el máximo de nosotros para que su nombre sea glorificado.
Algunos piensan que Jehová, el fuerte y furioso Dios que se enoja contra el pecado, ha muerto. Pero sigue siendo el mismo y juzgando a su iglesia con el mismo ímpetu. Lo que pasa es que ya no hay profetas que literalmente digan «esto es juicio». Sin embargo, la Palabra de Dios sigue llamando a la devoción entera. Antes que el pueblo se opusiera a Dios, el juicio era localizado y las catástrofes limitadas a las naciones que Dios juzgaba; ahora que el evangelio es mundial, el juicio del Señor también es mundial, pero menos localizable, pero a la vez es cada vez más notorio. Dios destruirá todo lo que el mundo conoce y los impíos serán destruidos y la iglesia pasada por el fuego purificador.
Por tanto, no menospreciemos la santidad de Dios ni abusemos de la gracia. Recordemos que nuestro Dios es celoso (Ex 20:5) y el deber del creyente es glorificar a Dios en todo y con todo nuestro ser (1 Cor 6:20). Sobre todo, usen la libertad con responsabilidad para evitar el juicio (1 Cor 10:12). En todo este proceso de santificación, el creyente sufrirá, al menos, el que se santifica, pero Dios los guardará (1 P 4:12–19). Por lo tanto, es necesario que como creyentes conozcamos la santidad de Dios y la imitemos para que su gracia nos acompañe y no venga sobre nosotros el juicio.
