¿Pero si tienen celos amargos y ambición personal en su corazón, no sean arrogantes y mientan así contra la verdad. Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica. Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala. Stg 3:14–16.
En cuanto a los pecados de la lengua que solo son un reflejo de lo que hay en el corazón Santiago lo enmarca en la sabiduría terrenal, natural, diabólica. Cuando alguien quiere sobresalir como maestro y mostrar su sabiduría debe demostrar de donde proviene y se mostrará por su lengua y sus actitudes. La palabra celo es neutra, ya que lo que muestra es un sentimiento fuerte, pero al decirnos la Biblia que es amargo ya lo convierte en algo negativo.
Cuando alguien quiere sobresalir en sus fuerzas como maestro, como líder o como ministro, será muy fácil observar estas características: los celos y la ambición personal se contraponen a la sabiduría que viene de Dios, al temor que hay que tenerle. Nunca el servicio al Señor será efectivo si lo que media es una meta personal más que espiritual; eso es una mentira diabólica. La meta del servicio al Señor debe ser su gloria, edificar a los creyentes, cuidar de los hermanos; cuando no es esta la meta, entonces estamos actuando pecaminosamente.
Cuando actúa la sabiduría terrenal, natural, diabólica, se genera caos en la iglesia, hay confusión, las personas no pueden discernir entre la verdad y la mentira, se llena de pecados y actitudes que atentan contra el cuerpo de Cristo. Hermanos, debemos asegurarnos de que estamos sirviendo a Dios con la sabiduría que viene de Él; no podemos servirle por motivaciones personales porque nos estaremos sirviendo a nosotros mismos y siendo parte de los que actúan con el maligno.
Es necesario que revisemos nuestras motivaciones y las encausemos a la gloria de Cristo para que en todo sea glorificado. La única ambición personal que debemos tener es glorificarle; de lo contrario, estaremos estropeando la obra de Dios en nuestros hermanos.