El menosprecio es sinónimo de perdición.

El que dice que está en la Luz y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la Luz y no hay causa de tropiezo en él. Pero el que aborrece a su hermano, está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos. 1 Jn 2:9–11.

Otra vez nos encontramos con la didáctica de Juan, en esta ocasión contrasta el amar y andar en la luz contra aborrecer al hermano, que es sinónimo de andar en las tinieblas. Las clases sociales siempre ha sido una realidad en las iglesias, en este caso las personas que estaban en más alto rango, los maestros, contrastaban con el grueso de la iglesia que eran esclavos. Esta diferencia en la preparación y en lo económico generaba una suerte de menosprecio los unos a los otros. Un alardeo constante de sus conocimientos y riquezas frente a los más pobres fraccionaba las iglesias.

Tener estas actitudes arrogantes y a la vez andar presumiendo de andar en la luz no tiene sentido para Juan. Aborrecer al hermano no necesariamente tiene que ver con odiar, también puede ser una actitud de desprecio, descuido o simplemente desatenderlo. Todas estas formas que una persona muestra contra otro es sinónimo de aborrecimiento. De manera que no amar desinteresadamente, perdonando y llevando las cargas de los demás es sinónimo de aborrecer. Que terrible cuando entre creyentes dicen ignorarse entre ellos porque no se soportan, están en enemistad, esto es aborrecer, esto es andar en las tinieblas.

Por otro lado, el que ama a los hermanos y lo hace desinteresadamente, este anda en la luz, aquel que puede amar sin esperar nada a cambio, que ayuda y extiende la mano, da testimonio de andar en la luz. Cuando los hombres ven la luz del creyente, pueden glorificar a Dios (Mt. 5:16). Los creyentes de verdad pueden mostrar su fidelidad día a día cumpliendo la ley de Dios (Jn. 13:34–35), solo el amor identifica a los creyentes y los separa de los incrédulos. El incrédulo no ama y es codicioso, pero el creyente da su vida por los hermanos, para su bienestar, su salud, el cuidado (Jn. 15:13; 1 Jn. 3:16).

Es bueno revisar nuestra vida, ¿estamos amando a los creyentes o estamos aborreciendo a alguno? ¿Estamos cumpliendo con la ley del amor de Dios? ¿O nos estamos dejando llevar por el mundo y sus formas pecaminosas de actuar? Aborrecer no es odiar, necesariamente, menospreciar, ignorar o descuidar a otros creyentes, son los síntomas de aquellos que andan en las tinieblas. Si hay pecado en nosotros de esta clase, salgamos de ahí arrepintámonos y demos testimonio de andar en la Luz.