¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? Stg 4:1.
La sabiduría terrenal produce celos y ambición personal y esto a la vez crea conflictos en medio de la iglesia. Si los creyentes no están llenos del Espíritu, entonces tropezarán en sus propios males; los conflictos serán el pan diario de cada día, porque las guerras y los conflictos nacen del corazón de las personas. Las pasiones, los deseos pecaminosos, la sed de poder y de influencia hacen que la convivencia no sea la mejor (3:16); lejos de reinar la paz de Dios, salen a relucir las personalidades que están llenas de sabiduría terrenal.
Los conflictos que estaban teniendo los destinatarios de esta epístola nos son ocultos, pero lo que dice Santiago es que los había. La palabra guerra es mejor entendida entre polémicas. Estas polémicas se alargan en el tiempo y crean las guerras. Mientras que los conflictos son relaciones entre las personas, relaciones violentas que incluso pueden llevar al homicidio. En el entorno de la iglesia había este tipo de disputas que muestran cómo los creyentes estaban viviendo en un ambiente de mucha tensión.
Es probable que estos conflictos se generaran por una mezcla entre creyentes e incrédulos que no se evitó a tiempo y Dios ha mandado no hacer causa común con ellos porque se generará este tipo de conflicto (2 Co. 6:14–18). En principio pueden parecer parte espiritual de la congregación, pero no pasará mucho tiempo para que su naturaleza surja; no soportarán la doctrina (2 Ti. 4:3); serán burladores (2 P. 3:3); arrastrarán a las personas a sus pasiones (Jud. 16, 18).
Estas guerras que provienen de las pasiones no son más que los deseos paganos de satisfacer cada pasión y antojo que promete satisfacción y disfrute sensual. En este sentido tan duro es que se escribe esta reprensión. Los deseos de la carne y sus frutos están bien definidos en la Biblia (Ga 5:19-23); para los creyentes debe ser obvio cuando actúa la carne en medio de la iglesia. Debe denunciarlos y apartarse, porque los conflictos están por escalar.
Hermanos, no debemos dar lugar al diablo, debemos dejar la falsedad y hablar verdad entre nosotros (Ef 4:25–27), para que cuando surja un impostor en medio de nosotros, un engañador con sabiduría terrenal y diabólica, sea fácil de identificar. Si los creyentes de una iglesia no son de un mismo sentir, como deberían, entonces surgirá fácilmente el conflicto, las disputas, y esto a su vez atraerá a los falsos maestros. Pero si son llevados por la sabiduría de lo alto, los falsos no encontrarán lugar donde plantar sus engaños y los conflictos que surjan se disiparán rápidamente. Los que son guiados por el Espíritu viven en paz y con gozo del Señor.
La sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía. Y la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz por aquellos que hacen la paz. Stg 3:17–18.