El temor de Dios conduce a la santidad.

A man with a backpack walks down a path in the woods

Y si invocan como Padre a Aquel que imparcialmente juzga según la obra de cada uno, condúzcanse con temor durante el tiempo de su peregrinación. 1 P 1:17.

La expresión que usa Pedro señala una verdad absoluta: los creyentes siempre están invocando a Dios, ya sea en oración o en alabanza, pero es una realidad (Mt. 6:9). A diferencia del incrédulo, que no tiene la necesidad de invocar a Dios y cuando lo hace no es atendido, el creyente vive en una constante invocación del Padre; es lo natural, lo que el mismo Espíritu impulsa a hacer a los creyentes, es una evidencia del nuevo nacimiento.

Este Padre al que invocamos tiene una característica muy impresionante: imparcialmente juzga a cada persona por sus obras (1 Co. 3:10–15; 2 Co. 5:9–10). Dios quiere que sus hijos actúen conforme a sus mandamientos y leyes, así que juzgará a los creyentes conforme a las capacidades que les dio a cada uno y a la santidad que exige. Nadie podrá decir de Dios que lo ha juzgado con injusticia o con imparcialidad, porque el carácter santo de Dios lo hace infalible en sus juicios.

Ya que Dios juzga según su santidad y que sus juicios son verdaderos, infalibles y no se le puede reprochar injusticia alguna, los creyentes deberían aprender a temerle y a cuidar de sus vidas espirituales aquí en la tierra; no deben descuidarse o andar en pos de una falsa libertad. Deben someterse a Dios en cada momento e invocarlo con santidad para que Él pueda rescatar a cada uno en medio de sus necesidades.

Pedro, lo que dice es que, debido a este juicio con que seremos juzgados, deberíamos conducirnos con temor en esta vida de peregrinación, porque lo que también es cierto es que el juicio de Dios inicia en su casa, en la intimidad de los que ha tomado por hijos (1 P. 4:17). Un creyente que no tiene temor al juicio de Dios debe revisar su fe, porque, aunque no hay condenación, el mismo Dios nos hará comparecer ante Él para que demos cuenta de nuestra vida cristiana, porque ahora somos conscientes del valor de nuestra salvación (Jn 3:16) y debemos andar en consecuencia a ese conocimiento.

Así que, hermanos, ¿cómo está nuestra vida de peregrinación aquí en la tierra? ¿Vivimos conscientes de que daremos cuentas a Dios? ¿Nos santificamos porque esta es nuestra naturaleza en Él? Cualquiera que sea la respuesta, daremos cuentas a Dios, se santifique o no. Pero la verdad que sobresale es que el creyente debe tener un temor reverente delante de Dios, aun para tomar decisiones y conducirse en medio de este mundo de pecado y en medio de la iglesia, porque de todo ello dará cuentas a Dios. En resumen, Pedro lo que dice es: ya que saben la verdad de la santidad, imiten a Dios y sean santos como Él en esta peregrinación, porque Él, conforme a esa santidad, juzgará su andar.