Este es Aquel que vino mediante agua y sangre, Jesucristo; no solo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. 1 Jn 5:6.
Esta epístola ha venido enseñándonos a diferenciar entre los falsos creyentes y los verdaderos, entre los que se infiltran y los que realmente están dedicados a Dios. Ahora el Señor nos ha dejado una serie de versículos para que entendamos quién es Cristo y cómo separarnos de los herejes.
Los herejes niegan la deidad de Cristo; algunos aseguraban que Jesús no fue Dios hasta el bautismo y que dejó de serlo en la cruz del Calvario. Esta es la herejía que este pasaje ataca. Claramente, esta teología falsa no se encuentra abundantemente en nuestros días como en los tiempos de esta iglesia. Sin embargo, no faltan quienes niegan la deidad plena de Cristo. Dios, que es sabio en gran manera, nos ha dejado estos pasajes para que estudiemos quién es Cristo y confiemos en su deidad.
En primer lugar, vino en agua y sangre, en agua, por cuanto la Trinidad misma dio testimonio de su deidad en el bautismo. El Espíritu descendió sobre Él y el Padre dio testimonio de su hijo amado en quien se complació (Mt. 3:17). Juan en su evangelio relata este evento.
«Juan también dio testimonio, diciendo: «He visto al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y se posó sobre Él». Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: «Aquel sobre quien veas al Espíritu descender y posarse sobre Él, Este es el que bautiza en el Espíritu Santo». Y yo lo he visto y he dado testimonio de que Este es el Hijo de Dios» (Jn. 1:32–34).
Que Jesús se haya bautizado y que la Trinidad estuviese ahí es muy importante, la naturaleza humana y divina unida en una sola persona para conquistar el pecado y la muerte para los creyentes. Lo más glorioso de todo esto es: «Que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Co. 5:21). El bautismo de Jesús fue parte importante de su ministerio porque mediante agua se identificó con aquellos que habría de salvar.
El escritor a los hebreos lo resume así: «Por tanto, tenía que ser hecho semejante a Sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo» (He 2:17).
Los falsos maestros quieren que las personas sean arrastradas con ellos al infierno y para ello niegan la verdad del evangelio. Pero el evangelio que hemos oído y predicado es este: «Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras». Este evangelio que hemos creído y en el cual estamos seguros enseña que Jesús es Dios plenamente y plenamente humano, y que plenamente vino a la tierra y plenamente fue a la cruz para salvar de los pecados a su pueblo.
Si alguien se acerca a nosotros con una doctrina diferente o con un evangelio diferente, sea anatema (Gálatas 1:8). Pero como creyentes tenemos la responsabilidad de predicar el Evangelio que hemos oído y en el cual hemos creído. Si tenemos la verdad, debemos difundirla sin temor, porque ese evangelio sigue siendo poder de Dios para salvación (Ro 1:16); ahora ese poder que nos salvó debe ser llevado a otros a los cuales Dios también salvará.