Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo. 2 Co 5:10.
Este pasaje para los cristianos es una advertencia para que teman al Señor; muchos lo toman en poco y no se dan cuenta de lo profundo de esta verdad teológica. Cada creyente debe presentarse delante de Dios, delante de Jesucristo, a dar cuentas de qué ha hecho de su vida, no para juicio. Esto no determinará la salvación que por gracia fue dada (Ef 2:8-9). Sin embargo, se revisará si el creyente fue capaz de andar en las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef 2.10).
No es cosa poca pararse delante del Cordero y dar cuentas de nuestras vidas terrenales; esto debe causarnos mucho temor reverente de cómo usamos nuestro tiempo en la tierra, en qué estamos invirtiendo nuestra vida. El cristiano que es temeroso de Dios redime el tiempo, anhela la voluntad de Dios en todo y se somete a ella (Ef 5:15–17). Si una persona busca la voluntad de Dios y la ejecuta, esta es sabia, se cuida de no pecar contra el Señor, se está preparando con temor para el día del tribunal.
Los hombres y mujeres de la Biblia que temían a Dios también se comportaron santa y justamente, esperando el día en que darán cuentas, pero los que no temen al Señor andan en libertinaje. Esta relación es relevante porque demuestra la reverencia de cada uno al Señor. Aquellos que no temen se consuelan a sí mismos diciendo que, aunque sus obras sean consumidas, alcanzarán salvación (1 Cor 3:15). Sin embargo, sus vidas no reflejan temor ni devoción. Posiblemente, muchos de ellos son cizaña en medio del trigo y desvían a los creyentes hacia el pecado, como ha sido a lo largo de la historia.
La única forma viable para prepararse para ese gran día es buscar cuál es la voluntad de Dios, es decir, la santidad (Heb 12:14), sin la cual nadie verá al Señor, y andar en ella. El creyente se debe levantar cada día, recordándose que dará cuentas a Dios por lo que haga en el transcurso de ese día y lo que no. Debe recordar que recibirá de Dios recompensa de lo malo y de lo bueno; esto, en términos teológicos, es caminar cara a cara con el Señor, consciente de su presencia y de su juicio, que es santo y recto.
Ya no hay condenación para los creyentes en Cristo (Rom 8:1); esto es maravilloso, pero debemos dar cuenta de nuestro tiempo, cómo lo hemos aprovechado en la tierra y cómo testificamos del Señor y de la de santidad. Esta verdad teológica debe ser razón suficiente para que los cristianos despertemos y demos gloria a Dios en toda nuestra forma de andar, porque nos espera el Cordero para pedirnos cuentas. Debemos aprovechar bien el tiempo en esta tierra, usarlos para la gloria de Dios porque realmente los días son malos (Ef 5:16).
