Por tanto, sométanse a Dios. Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes. Stg 4:7
Esta serie de mandamientos que se encuentran en los versículos del 7-10, en total son diez, tiene un público meta bien definido. Aunque la epístola es universal, lo que significa que no va a una localidad en específico, más bien, está dirigida a los diversos grupos de cristianos compuestos por judíos, esta porción parece un llamado al Evangelio de la salvación. Este mensaje entonces va dirigido a quienes tienen una fe muy superficial para que vuelvan a Dios o a quienes participan de la comunidad cristiana sin tener comunión con Dios.
Dios da gracia a los humildes, pero resiste a los soberbios (v.6), lo que significa que ahora la audiencia es llamada a la humildad, a la humillación delante de Cristo, para que lo reconozcan como Señor y encuentren salvación y vida eterna y un verdadero perdón de pecados. No es extraño en las iglesias encontrar este tipo de personas, de las cuales el fruto del Espíritu no es tan evidente.
El primer llamado es que se sometan a Dios. Existe un gran grupo de cristianos que dicen que «Jesús es su Salvador, pero no su Señor». A este dicho se le atribuye la razón de la mundanalidad de la iglesia. Bueno, esto es más o menos como decir que nos gusta bañarnos, pero no mojarnos; una verdad anula la otra. Nadie puede tener a Cristo como salvador si no está dispuesto a someterse a su señorío.
Cabe entonces la pregunta: ¿qué es someterse a Dios? Para someterse a Dios, hay que tener en cuenta su Palabra y las verdades que ella dice acerca de Cristo y obedecerla sin reservas. Las personas dicen amar a Cristo y menosprecian las Escrituras; otros dicen amar las Escrituras y menosprecian a Jesús. Las Escrituras son las que dan testimonio de Jesús y su salvación. Esto lo denunció Jesús al hablar a los judíos: «Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí! Pero ustedes no quieren venir a Mí para que tengan esa vida» (Jn 5:39–40). Así que amar a Cristo y guardar la Palabra es lo que se espera de alguien que se somete a Dios.
Los hermanos a los que Santiago les ha escrito tienen esta serie de problemas: su naturaleza caída, sabiduría diabólica y terrenal, conflictos entre ellos. Definitivamente, algunos necesitan volverse a Cristo en busca de salvación y vida eterna, otros en arrepentimiento. Los que estaban más santificados deben llamar a los demás al arrepentimiento. «Hermanos míos, si alguien de entre ustedes se extravía de la verdad y alguien le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte y cubrirá multitud de pecados» (Stg 5:19–20).
De vez en cuando es necesario recordarnos los unos a los otros la necesidad de estar sometidos a Dios. La verdad es que, a pesar de que seamos espirituales, la carne en algún momento nos querrá separar de la santidad y llevarnos a pecar. Como creyentes verdaderos, tenemos el deber de permanecer sometidos a Dios y llamar a los demás a someterse a Él.