»Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente. Y de su mano, oh rey, nos librará. »Pero si no lo hace, ha de saber, oh rey, que no serviremos a sus dioses ni adoraremos la estatua de oro que ha levantado». Dn 3:17–18.
Cuando Sadrac, Mesac y Abed Nego fueron acusados de no adorar a un dios pagano, se les dio la oportunidad de rectificar su error y volver a estar a salvo o seguir con su concepto de fidelidad a Jehová y perecer en el horno ardiente. Quizá la pregunta para ellos estaba de más; no necesitaron que se les preguntara dos veces de su condición; sabían que era mejor pasar por el horno que claudicar.
A ellos Dios les concedió vivir, pero veamos un poco a detalle la respuesta: «Ciertamente nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos». Saber a quién servían los llenó de valor: el creador de los cielos y la tierra (Gn 1, Jn 1:3, Col 1:16) podía salvarnos de un simple horno. Este coraje y valentía están ligados al conocimiento de quién es el Señor; una falta de ello puede conducir a una cobardía profunda y a volver al pueblo de Dios pusilánime; un ejemplo lo encontramos en Éxodo, cuando el pueblo tuvo miedo de tomar la tierra (Dt 1:19-37).
La otra respuesta de ellos es: «No serviremos a sus dioses ni adoraremos». La negativa a adorar otros dioses quizá sea la forma más valiente de perecer; deberíamos todos, al igual que ellos, decir «por Dios vivimos y, si es necesario, por Él moriremos». Claro que decirlo es fácil, pero los dioses paganos siguen ahí; las redes sociales son hoy los dioses paganos a los que se arrodilla el mundo. Los celulares están tan entronados en los corazones de los paganos que no pueden «ir a adorar a Dios» si no lo llevan o tienen en la mano todo el culto. O quizá nuestra familia, que tan fácil nos separa de la adoración a Dios,
Quizá estemos viviendo un sincretismo religioso y por ello no podemos caminar hacia el horno de fuego del mundo, no podemos llevar el Evangelio con valor, o no podemos abrir las puertas de la Iglesia, porque tenemos miedo, no conocemos al Señor, o simplemente tenemos otros dioses a los que nos inclinamos para no pasar el fuego de la prueba.
Dios nos ha dejado en este mundo advirtiendo que tendremos aflicciones (Jn 16:33), eso sí estamos dispuestos a ser sus discípulos y padecer por su causa (Hch 4:31). Se necesita un avivamiento en la iglesia, para que el Espíritu nos llene de valor; esto es cierto, pero, ¿qué pasos estamos dando hacia el horno porque sabemos que Dios puede librarnos? Muchos quieren ser avivados por el Espíritu y dicen desear ser testigos de Cristo, pero cuando se les dan consejos prácticos, los ignoran, arrodillándose ante su propio temor y miedo, arrodillándose ante el dios pagano «yo».
Sin duda, Dios puede librarnos de los males de este mundo si nos animamos a ser verdaderos testigos suyos, pero también puede ser que no desee hacerlo (Heb 11) para que el evangelio corra, pero nunca sabremos cuál es la voluntad de Dios en nuestras vidas si seguimos arrodillados ante otros dioses.
