Pueda oír que ustedes están firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio.Flp 1:27
Pablo llama a los creyentes a vivir de una manera digna del evangelio. En medio de las circunstancias que puedan sobrevenir a los creyentes, el deseo del apóstol es que pueda oír de los cristianos que se mantienen en la posición de defensa, como soldados inamovibles de sus puestos. Esto implica que están resguardando el evangelio y luchando contra los que se oponen o quieren mancharlo.
Esta lucha no se puede hacer solo, debe llevarse a cabo con toda la iglesia, en un mismo pensar, en cuanto a la lucha por la fe del evangelio. Es difícil luchar por la causa de Cristo cuando el liderazgo de la iglesia va por un camino distinto al de la congregación. El liderazgo debería impulsar a los creyentes a llevar el evangelio y debe dar el ejemplo. Esto no es una cuestión de enseñanza, es del diario vivir, de la práctica. Esto es también vivir con vocación para llevar fruto de buena obra delante de Dios (Col. 1:10).
Si bien es cierto que la guerra se planea en los cuarteles, la lucha se lleva en el campo de batalla; si los cristianos no salen allí por miedo o por falta de liderazgo, es muy difícil concluir que se está luchando por el evangelio (Ef. 4:1). Claramente, esta guerra traerá sufrimientos, pero quien escribe este texto era experto en padecer por causa del evangelio (Gá. 6:17).
En este punto, como creyentes, somos llamados a combatir por el evangelio; el versículo 27 inicia así: «Solamente compórtense de una manera digna del evangelio de Cristo». Es que ante la persecución o las circunstancias que nos rodean, queramos huir del campo de batalla, pero eso no es digno del evangelio. A veces parece que atrincherarse es una buena idea, pero según la experiencia de la guerra, quienes lo hacen tarde o temprano caen en manos de los enemigos.
Muchos, cuando ven a algunos ser perseguidos por el evangelio, toman aliento e intentan empezar a predicarlo (Fil 1:14). El contentamiento de Pablo es que se hiciera, aunque a veces las motivaciones no eran las correctas; lo que trae ánimo es que Cristo es predicado a los incrédulos (1:16–18).
Hermanos, debemos tomar una decisión en cuanto al evangelio: salir al campo de batalla y resistir los embates del enemigo o atrincherarnos y esperar que este nos venza. Cristo, al plantar la iglesia, la mandó para que su testimonio llegara hasta los confines de la tierra (Hch 1:8) y esta obra aún no termina; por lo tanto, la batalla continúa, no es tiempo de paz todavía.
Hay que seguir y salir porque la cosecha sigue siendo mucha y los obreros pocos; muchos han caído en el adormecimiento y en la pereza. Es tiempo de despertar para también llevar como cristianos las marcas de Cristo y su evangelio a quienes lo necesitan.
