Hablando con santidad de los que nos persiguen y delante de los hombres.

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El que desea la vida, amar y ver días buenos, refrene su lengua del mal y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala. 1 P 3:10–11.

Cuando los impíos hacen mal a los creyentes, es cuando realmente se muestra el carácter de Cristo, en soportar con amor al prójimo el agravio. Dios le indica a la iglesia que incluso debe aprender cómo responder a quienes los ultrajan. Los que desean la vida son los de Cristo; estos a su vez desean amar y ver los días buenos de Dios. Por lo tanto, este mandamiento no es al azar; es exclusivo para cristianos.

En primer lugar, se les exige a los creyentes que tengan cuidado de cómo se expresan, especialmente en contra de los que les hacen mal; en este contexto, la sociedad en general, los amos, los cónyuges y todo aquel que se levanta contra Cristo y su pueblo. El creyente no debe ser conocido por andar murmurando contra otros, ni regando el pecado de otros para que el mundo lo sepa.

Santiago, hablando de la lengua, dice que es incendiaria, peligrosa (Stg. 3:6), difícil de domar; mientras que el impío está acostumbrado a dañar a las personas mintiendo o divulgando mentiras y chismes, el creyente debe ser conocido por hablar la verdad, con amor, y sanar a quienes lo escuchan (Pr 12:18; 15:2, 4). Por lo tanto, la mentira y el engaño no deben formar parte de la vida cristiana (Fil 4:8).

Las personas son conocidas por su hablar porque eso refleja lo que hay en su corazón (Mt 12:34). El creyente debe apartarse del mal, del pecado, de los que persiguen a los creyentes o los denigran. Hacer el bien se refiere a buscar la voluntad de Dios, santa y perfecta, e ir en pos de ella. Debe el cristiano ser conocido por su excelente forma de hablar, por decir verdad y por vivir para la gloria de Dios; eso es vivir virtuosamente.

Por último, el creyente debe andar en busca de la paz; esto es complejo porque significa que a veces va a tener que humillarse de la manera que Cristo lo hizo, negarse a sí mismo, sufrir el agravio, estar dispuesto a esperar en la voluntad del Señor. Otras veces deberá actuar para encontrar el equilibrio de la paz con los que nos rodean, pero el creyente es quien está llamado a procurar la paz; no lo es el impío.

Vivir de una forma piadosa implica muchas cosas, como cómo nos expresamos de los que nos rodean, cómo estamos comprometidos por vivir en paz con los impíos, darle gloria a Dios aun en medio de los desprecios que puede llevar el cristiano sobre sus hombros. Lo que Dios pide es que seamos sus testigos y mantengamos la paz con los que nos persiguen o maltratan, hasta con nuestra forma de expresarnos delante de ellos y de ellos. Dios quiere que aprendamos a sufrir de una manera santa.