Jehová, un Dios de misericordia y disciplina.

white printer paper on brown wooden table

«Toma un rollo y escribe en él todas las palabras que te he hablado acerca de Israel, acerca de Judá y acerca de todas las naciones, desde el día que te hablé, desde los días de Josías, hasta hoy. »Tal vez la casa de Judá oiga toda la calamidad que pienso traer sobre ellos, y se vuelva cada uno de su mal camino; entonces perdonaré su iniquidad y su pecado».

Es impresionante la cantidad de oportunidades que Dios dio a su pueblo; cada vez que se desviaron, los llamó al arrepentimiento y, en esta ocasión, una vez más está dando oportunidad de arrepentimiento a Israel. Los que niegan la incapacidad humana y la soberanía de Dios deberían revisar estos pasajes y ver que cuando el pueblo no sabía hacia dónde ir e iba tras sus pecados, Jehová los llamaba a cuentas para que lo conocieran.

Nuestro Dios es santo, airado cada día con el pecador (Sal 7:11), pero a sus hijos los llama con amor al arrepentimiento de sus pecados por sus misericordias (Lam 3:22-23). Jehová tuvo la oportunidad muchas veces de destruir a Israel, pero no lo hizo por amor de su nombre.

Hay que tener cuidado de no ver con arrogancia el pecado de los judíos en contra del Señor, porque, si por nuestras maldades fuéramos juzgados, todos los días seríamos reos de muerte, pero por la gracia de Dios que nos salvó (Jn 3:16) es que su ira ha sido aplacada. Porque si nuestros pecados fueran contados, la ira caería sobre nosotros; el ejemplo de Israel ha sido preservado para que nos cuidemos, para que veamos cómo trata Dios a los que llama (1 Cor 10:11), así que el Dios del Antiguo Testamento que disciplinó a su pueblo es el que disciplina a su iglesia en la actualidad.

Es impresionante la forma tan distinta de tratar que tiene Dios con sus hijos: los busca, los llama al arrepentimiento, los disciplina con amor de Padre, pero al incrédulo lo abandona en su desenfreno (Rom 1:24-32). Dadas estas verdades teológicas, se nos manda como creyentes a no menospreciar la disciplina del Señor (Heb 12:5) y a no dejar de escuchar la voz de Dios.

Ya hemos sido salvados y nadie podrá arrebatarnos de las manos de Dios, pero debemos guardar la santidad, o seremos disciplinados. Dios de muchas maneras todos los días nos llama a la santidad; no menospreciemos sus palabras a fin de recibir su gracia en forma de bondades y no en forma de disciplina. Tampoco debemos olvidar que la disciplina es también gracia divina; el Señor, por medio de ella, nos humilla para que volvamos a Él y no perezcamos en nuestros pecados.