La anarquía es esclavitud de pecado

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Cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos. Jueces 17:6,21:25

En las anarquías cada uno hace lo que bien le parece, no se somete a nadie, no da cuentas a nadie y sufre las consecuencias. El problema de vivir en la anarquía es que siempre habrá quien aproveche de los demás y a la vez siempre habrá un indefenso que es sometido porque no hay quien luche por él. En el caso del libro de los jueces vemos a Dios peleando por el pueblo y librándolos de los enemigos, pero ¿Por qué hacían lo que les parecía? La respuesta es sencilla, no conocían a Dios. La anarquía no es más que el reino del pecado en medio de los hombres, haciéndolos esclavos a todos, víctimas los unos de los otros, por causa de la maldad.

Después de la muerte de Josué se levantó una generación que no conocía a Dios (Jue 2:10), lo que pasó es que esta generación dejó de buscar a Dios y de adorarle, vemos al Señor manifestándose poderosamente en todo el libro, librándolos una y otra vez de manos de los enemigos, pero ellos volvieron a sus ídolos.  Esto es triste porque el Señor se manifiesta, los salva, ellos lo adoran y luego se apartan, este es el círculo vicioso en el que cayeron los israelitas.

Este círculo vicioso no está lejos de nosotros como creyentes, es decir, vivimos una vida despreocupada, llena de las riquezas «fruto de nuestro trabajo», en nuestras casas y con nuestras reglas y solo buscamos a Dios en los días difíciles, oramos fervientemente, lo buscamos, y luego volvemos a la rutina. Hermanos caer en este círculo es muy fácil, salir de él es lo difícil, porque requiere santificación, humillación y confesión de pecados. La debilidad de Israel no era que no tenían rey, su debilidad es que Jehová ya no peleaba por ellos porque lo desconocieron como a Dios.

Nuestras batallas estarían aseguradas si buscáramos el reino de Dios (Mt 6:33), porque Él añadirá todas las cosas. Nuestros corazones y mentes protegidos si en vez de afanarnos oráramos fervientemente (Fil 4:6–7). Hermanos, la victoria ya es nuestra, sobre la muerte y el pecado (1 Cor 15:35–49). Ahora, nuestro Dios demanda que vivamos y que lo reflejemos a él (1 Pedro 1:15-16). La anarquía no tiene lugar entre los cristianos, porque aunque no tenemos un rey físico, ni un general de guerra, tenemos a Cristo, y en Él estamos completos (Col 2:9-10), porque Él es nuestro Dios y nosotros debemos vivir para su gloria

Ahora, si ha caído en este círculo vicioso y no puede salir de él, no le queda más que arrepentirse de su pecado y volver la mirada al autor y consumador de la fe (Heb 12:2), porque si confesamos nuestros pecados nos perdonará (1 Jn 1:9), si pecamos abogado tenemos, a Cristo (1 Juan 2:1). El punto es que no hay razón para vivir lejos de Dios, como creyentes entre más lejos estamos de Él, más propensos somos a pecar y a vivir una vida despreocupada. No debemos vivir de esta manera, nuestra vida debe ser un reflejo de que lo conocemos a Él, debemos vivir bajo su gobierno porque reconocemos que somos pueblo suyo (Sal 100:3).

Reconocer a Dios en todos nuestros caminos nos dará la paz que este mundo quiere quitarnos por medio de engaños. Solo los que viven por y para Cristo conocen la paz, ya no podemos hacer lo que bien nos parece, debemos presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo delante de Dios, abandonar el mundo y sus deseos y así sabremos cuál es «la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto» (Ro 12:2), una vez que conozcamos su voluntad podremos vivir para Su gloria y dejar la esclavitud del pecado, mal llamada anarquía.