La carrera de la fe tiene como galardón la vida eterna en presencia de Cristo.

group of people running on the road during daytime

Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. He 12:1–2.

Correr no es una disciplina sencilla; de hecho, es muy difícil crear el hábito de hacerlo. Cuando se corre una larga distancia, especialmente más de 20 km, la carrera se vuelve pesada y difícil, pero la técnica es correr con ritmo constante; esto es correr con paciencia. Todos los cristianos estamos llamados a correr en la carrera de la fe, a esforzarnos y andarla con paciencia, a un mismo ritmo, sin abandonar, rendirse o bajar la velocidad.

El problema de los hebreos es que iniciaron bien, pero estaban perdiendo el ritmo, se estaban desanimando, se les acabó el empuje del primer amor, fueron llenándose de pecados y hasta de pereza; por lo tanto, debían soportar la disciplina del Señor (He 3:7–9). Correr la carrera nos hace irreprensibles (Fil. 2:15), porque el que corre tiene disciplina, se abstiene de los deseos con tal de ganar la carrera, se castiga, le duele el cuerpo, pero sigue adelante (1 Co. 9:24–25).

Pablo corría esperando el premio, pero corría para no ser descalificado (1 Co. 9:26–27). Así que, teniendo la nube de testigos, no solo la que Hebreos menciona, sino también Cristo, los Apóstoles, los mártires de los Hechos y los mártires actuales que son presa del enemigo mientras corren. Todos ellos son testigos visibles de lo crucial que es mantenerse en la carrera. Dios en su misericordia siempre ha levantado su nombre por medio de creyentes que dejan sus huellas en la sociedad y en la mente de los cristianos para tener testigos de esta carrera.

MacArthur decía que algunos no quieren correr, otros están acostados, unos caminan, otros trotan, pero que el mandamiento es correr. Correr sacrificadamente por causa del evangelio. Unos corren en medio de sus trabajos, otros en medio de sus empresas, desde sus casas, y cada uno debe hacerlo desde la pista en la que fue llamado, pero todos deben correr poniendo la mirada en Cristo.

Cuando uno corre y está muy agotado, las piernas tiemblan, el oxígeno no llega a los pulmones; lo que lo mantiene corriendo es imaginar la meta. Cuando corría y estaba exhausto, me repetía una y otra vez «solo hay que poner un pie delante del otro» hasta que llegaba a la meta. Si nuestra meta es Cristo, entonces vale la pena correr con paciencia; si buscamos su gloria y anhelamos su presencia, debemos poner un pie delante del otro y seguir con paciencia hasta que seamos llevados por Él victoriosos a la meta.

Hermanos, nuestro deber es correr; la meta es la gloria de Dios, nuestro galardón es Cristo; si eso no es suficiente para continuar, necesitamos volver al evangelio de la salvación. Si está cansado, ánimo, que la meta está cerca; el Señor viene pronto y nos quiere fieles y firmes en la carrera de la fe. Definitivamente, correr no es fácil, pero solo los que corren obtienen el galardón de la vida eterna y de Cristo.