La elección es eterna para que obedezcamos a Cristo.

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Elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con Su sangre: Que la gracia y la paz les sean multiplicadas a ustedes. 1 P 1:1–2.

Si la santidad es un efecto inmediato de la salvación en Cristo Jesús, la obediencia a su Nombre es el efecto deseado en los creyentes. Los creyentes experimentan un cambio en sus vidas por medio del Espíritu que los lleva a desear la santidad y a buscar la ley de Dios para obedecerla.

Los creyentes obedientes andan en las obras que Dios preparó de antemano (Efesios 2:10). Ahora los creyentes son hechura de Dios en Cristo para obedecer. Lo que es muy particular de este aspecto de la salvación es que los apóstoles lo tenían muy claro (1 Juan 2:3–5; 3:6–10, 24; 5:2–3): no existen creyentes desobedientes a Cristo; esos son falsos y mentirosos. Lo que reduce el número de creyentes a unos pocos.

La cuestión de la obediencia es muy importante porque muestra realmente a quién somos leales. Si como creyentes no somos capaces de obedecer la Palabra de Dios y seguirla, entonces no somos leales al Dios de la Palabra y eso da testimonio en contra de nosotros mismos, acusándonos de incredulidad.

Jesús dijo: «Si alguien me ama, guardará Mi palabra; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada». (Jn 14:23) La consecuencia de amar a Jesús es guardar sus palabras y el resultado es la morada de Dios en los creyentes. Los desobedientes no pueden decir que aman a Dios o que son salvos porque las mismas escrituras dan testimonio en contra de ellos.

Hermanos, cuidémonos de no tener un corazón incrédulo: «Tengan cuidado, hermanos, no sea que en alguno de ustedes haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo» (Hebreos 3:12). Esta incredulidad es muy común en medio del pueblo de Dios; siempre habrá personas que siembren la incertidumbre y la desconfianza en medio del pueblo. Pero la iglesia sigue a Cristo y no a los hombres.

Hermanos, debemos revisar nuestros corazones, cómo están con respecto a la obediencia, cómo nos comportamos en relación con la Palabra de Dios, si la anhelamos y la obedecemos. Debemos recordar que el llamado a la salvación es para que obedezcamos a Jesucristo y no para seguir en un mundo lejos de Él y de sus mandamientos; eso lo hacíamos cuando éramos incrédulos, pero ese tiempo ya pasó.