Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes. 1 P 1:3–4.
Las personas muchas veces pierden la esperanza, caminan sin rumbo, perdidos y desorientados; parece que no tienen objetivos más que sobrevivir. El cristiano, por otra parte, por más desorientado que esté, sabe hacia dónde caminar, sabe cuál es su meta y conoce su esperanza. La esperanza del creyente es Cristo.
Pedro nos enseña que, por la gran misericordia de Dios, nos ha hecho nacer de nuevo; esto es, que nos ha dado la salvación (Jn 3:3–7). Para ser salvos hay que ser nacidos de Dios y la Biblia enseña que esto solo se da por la misericordia. En otras palabras, la razón por la que le ha placido al Padre salvarnos es únicamente su misericordia; nada de lo que el hombre tiene escapa a esa realidad, es solo la misericordia mostrada por el creador para sus criaturas.
Ahora ese nacimiento es esperanzador, porque es Dios el que lo ejecuta por medio de su poder y del Espíritu Santo para que el hombre pueda vivir (Ro. 8:11; 1 Jn. 5:4). Una vez vivo tiene una esperanza, la cual es viva. Mientras el incrédulo camina ciego por su pecado, camina en tinieblas y en la muerte; los creyentes siempre tienen una esperanza a la que aferrarse, esta es la vida eterna en Cristo (Sal. 33:18; 39:7; Ro. 5:5).
La esperanza de los creyentes no se basa en cuestiones superficiales o temporales, se basa en la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Es tan viva la esperanza que tiene el creyente que puede caminar en este mundo con todas las incertidumbres que la vida da, pero con la esperanza de que Cristo ha resucitado de entre los muertos; es esta verdad la que trae la paz, la que asegura la victoria. Dios nos ha dado las razones, nos ha dado el ámbito en el que vivimos, el cual es la esperanza, y ahora nos enseña en qué se basa esa esperanza, en la resurrección de Cristo.
Jesús es la resurrección y la vida; el que muere creyendo en Él vive (Jn. 11:25–26). La fe del creyente es viva (1 Cor 15:20–28, 47–49, 54–57), porque Cristo vive y nosotros viviremos con Él. En este mundo hay muchas incertidumbres y los incrédulos dicen que la única cosa certera es que van a morirse. Por otro lado, los creyentes viven rodeados de la certidumbre; es Dios el que actúa en nuestras vidas, el que nos guía y nos transforma.
La mejor manera de vivir es hacerlo con esperanza; la esperanza del cristiano es la vida eterna en Cristo, es una esperanza viva, es una esperanza verdadera, la cual debe guiarnos en medio de este mundo. Si en algún lugar de nuestras vidas nos encontramos desorientados, lo único que debemos hacer es ver la cruz y seguir a Cristo, ir en pos de nuestra esperanza, la cual es la resurrección de entre los muertos con aquel que venció.