La esperanza en Cristo nos mueve a actuar.

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Por tanto, hermanos, sean pacientes hasta la venida del Señor. Miren cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sean también ustedes pacientes. Fortalezcan sus corazones, porque la venida del Señor está cerca. Stg 5:7–8.

En medio de las persecuciones, la Iglesia se aferra a la promesa de la venida de Jesucristo, o al menos eso quiere Santiago que los hermanos hagan. Deben los creyentes poner la mirada en la promesa de la venida del Señor, con mucha paciencia, pero con fe; para ello utiliza el ejemplo del labrador que prepara la tierra, la trabaja y espera pacientemente la lluvia. Todo ello nos lleva a comprender que la esperanza en Cristo debe generar en los creyentes acción, una actividad, acciones que hagan claramente visibles que la fe está puesta en la venida del Señor.

El creyente debe fortalecer su corazón; el creyente debe vivir actuando en una plena confianza en Dios, pero debe actuar como si dependiera de sí mismo. El problema de muchos creyentes es que no hacen nada o esperan a que Dios fortalezca sus vidas; ciertamente el Señor hace esto (2 Ts. 2:16–17; 1 P. 5:10), pero lo hará sobre aquellos que actúan en fe (cp. Fil. 2:12–13). El deber del cristiano es ocuparse de su salvación, ejercitando su fe, y esperar pacientemente al Señor.

Todas las pruebas de los creyentes son temporales, pero la gracia de Dios es eterna, su promesa no cambia; Él transformará a la Iglesia (1 Ts. 4:13–18). Sobre la verdad de la promesa de Cristo, los creyentes hemos vivido por muchos años, más de dos mil, pero su venida sigue siendo igual de cierta (1 P. 4:7); el deber del creyente es ser sobrio y prudente.

Los cristianos deberíamos planificar nuestra vida para el Señor, como si fuéramos a vivir muchos años aquí en la tierra; debemos pensar en cómo servirnos los unos a los otros, cómo sobrellevar las cargas, las pruebas, los conflictos. Pero a la vez debemos trabajar pensando en que el Señor vendrá hoy; no podemos dejar de hacer ni una cosa ni la otra. El trabajo en el Señor no cesa, no espera, continúa, al igual que las pruebas, las tentaciones, los conflictos.

Debemos asumir esa verdad como nuestra; las pruebas nos van a perseguir todos los días de nuestra peregrinación en la tierra, pero la promesa del Señor nos aguarda, pronto se cumplirá, la veremos; por tanto, nuestro deber es esperar activamente con paciencia la lluvia que puede venir pronto o más tarde. Pablo le escribe a los colosenses unas hermosas palabras para que se conforten en esto, las cuales nosotros no deberíamos olvidar.

Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes también serán manifestados con Él en gloria. Col 3:1–4.