Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que vendría a ustedes, diligentemente inquirieron y averiguaron, procurando saber qué persona o tiempo indicaba el Espíritu de Cristo dentro de ellos, al predecir los sufrimientos de Cristo y las glorias que seguirían. 1 P 1:10–11.
Los profetas del Antiguo Testamento sabían que el Cristo venía, no sabían cuándo, así que predicaban de la gracia y de la vida eterna (Is. 45:22). Dios estaba comprometido con revelar lo que iba a hacer y lo mostraba a los profetas (Os. 12:10); esta constante revelación del plan divino hace que los creyentes de la antigüedad no olvidaran la promesa de la redención. Todos los antiguos obtuvieron la salvación, pero anduvieron sin recibir la plenitud de la promesa (He. 11:39–40), porque ellos mismos no eran conscientes de la grandeza de la salvación en Cristo y de esta manera no fueron perfeccionados sin la iglesia.
Lo que las Escrituras nos enseñan es que estos profetas estaban muy interesados en saber el cómo y cuándo sucedería la promesa de la salvación que ellos mismos enseñaban, porque desde Moisés hasta Juan el Bautista, ellos predicaban que la salvación llegaría a los pueblos y naciones, tal como Dios lo prometió a Abraham (Gé 12:1–3).
Los sufrimientos de Cristo estaban profetizados, la iglesia también lo estaba, pero los profetas que traían la Palabra sí que estaban muy interesados en esta salvación para todos los pueblos, que venía de camino y que también deseaban observar. El sacrificio de Cristo ha marcado a la humanidad para siempre; ya sea el mundo creyente o incrédulo, el tiempo ha sido determinado por la salvación de nuestro Señor. Solo existen dos tipos de creyentes: los de la antigüedad que anhelaban saber más de Cristo y su plan redentor, y los que hoy gozan del plan redentor completo porque el tiempo se cumplió en Él.
Los creyentes muchas veces somos negligentes en el estudio de la Palabra, en conocer más al Señor y su plan de redención que ya ha sido totalmente revelado, pero los profetas anhelaban, deseaban saber lo que ahora para nosotros está al alcance de nuestras manos. No debemos ser negligentes, debemos dejar la pereza, para conocer más de Cristo. Como cristianos debemos anhelar, al igual que los creyentes del pasado, saber más de Cristo, de su redención, de sus planes y crecer más a la estatura de su santidad.
Nuestro deber como creyentes es anhelar saber más de Cristo cada día para ser semejantes a Él. Otros desearon y anhelaron lo que ahora tenemos; disfrutémoslo con conciencia santa. El Señor es nuestro Dios y por Él y para Él vivimos.