La hipocresía de la fe superficial.

Pero alguien dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras». Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan. Pero ¿estás dispuesto a admitir, oh hombre vano, que la fe sin obras es estéril? Stg 2:18–20.

La Biblia nos habla de la necesidad de manifestar lo que es una fe viva. En el entorno latino, el sincretismo religioso ha llegado a niveles increíbles; un gran porcentaje de la sociedad dice ser cristiano o practicante de alguna forma de cristianismo. Sería maravilloso si esos datos que presentó la encuestadora «Pew Research Center» fueran ciertos. La verdad es que, a pesar de que muchas de esas personas dicen ser cristianas, muchas dijeron no ser practicantes y ahora habría que indagar los frutos de quienes dijeron practicar la religión.

Parece que es muy fácil identificarse con el cristianismo, pero cuando hablamos de frutos, los árboles son estériles. Las personas creen que por identificarse con aquellos que adoran a Dios tendrán la salvación asegurada; nada más lejos de la realidad. Esto es lo que atacan las Escrituras en este pasaje: los que dicen ser de Cristo deben andar como Él anduvo (1 Jn :6); de lo contrario son farsantes.

Los hombres dicen confesar a Jesús, le cantan y quieren participar de la adoración, pero lo hacen como lo harían los demonios, con un conocimiento intelectual más que espiritual. Por ejemplo, Dios juzgará el actuar de aquellos que menospreciaron a los pobres de la congregación (Mt. 25:31–45). Otros hicieron milagros, echaron fuera demonios y predicaron, pero no hicieron la voluntad del Padre, no dieron fruto de esa salvación que decían tener. Manifestar los dones espirituales no es garantía de ser salvo; no guardar la ley de Dios es una muestra del camino hacia el infierno (1 Jn. 2:4–11).

Definitivamente, como cristianos, no podemos ver el corazón de los que nos rodean para saber si son o no creyentes, pero podemos ver sus manifestaciones. Los demonios creen y tiemblan delante de Dios, pero no dan fruto de adoradores; lo mismo pasa en la Iglesia: hay muchos que dicen creer en el Señor, pero son árboles estériles, sin fruto o con fruto de árbol malo. Esa fe es vana, es superficial y lleva a las personas al infierno (Mt. 7:19).

Ahora, es necesario revisar nuestra fe para asegurarnos de que esté dando frutos de salvación y no sea falsa. Como cristianos debemos asegurarnos de vivir para la gloria de Dios, y así, cuando los incrédulos vean nuestras buenas obras, glorifiquen al Padre (Mt 5:16), y no todo lo contrario, que al ver nuestro mal andar, blasfemen de nuestro Señor.