Si saben que Él es justo, saben también que todo el que hace justicia es nacido de Él. 1 Jn 2:29.
Juan expresa una característica importantísima de los que están en el Evangelio, los que han experimentado la salvación han conocido por experiencia la justicia de Dios, son capaces de percibirla porque han llegado a conocerla de cerca. Dicho lo anterior, lo que Juan dice es que los que han sido rescatados del pecado y de la muerte eterna, pueden reconocerse porque entienden que su modo de vida es la justicia (Ro. 6:18).
El justo por naturaleza produce justicia, porque ha conocido la fuente suprema de la justicia, la santidad, por lo tanto, es el claro reflejo de estar en comunión con el Santo (1 P 1:13–16), en ese sentido Dios ha hecho renacer a su pueblo para que tengan una esperanza viva (1 P 1:3) y que ahora reflejan esa esperanza en su forma de vida. El reino de Dios es justicia (Ro. 14:17) por lo cual los que viven o anhelan ese reino deben mostrar ese carácter.
¿Qué pasa con los que dicen ser cristianos y no se santifican? Justamente de eso nos habla el libro de Juan, no hay justicia en quien no se santifica, es decir, quien no conocido la justicia no puede andar en la justicia. Los frutos son los que identifican al árbol (Mt 7:20), quienes dicen que están en la fe, pero que no tienen fruto de justicia, son mentirosos (Stg 2:20, 26), su fe es vana, se engañan a sí mismos.
El llamado de Juan para la iglesia es para que puedan reconocer a quienes son falsos maestros por su forma impía de andar o su forma de hablar, los falsos maestros no están tan interesados en la santidad, ni la de ellos, ni la de sus seguidores. Sin embargo, los creyentes deben mostrar la justicia que ahora conocen por experiencia. Los hijos de Dios tenemos la responsabilidad de mostrar nuestra naturaleza para identificarnos y diferenciarnos de los falsos maestros. Si la tolerancia al pecado es una realidad en la iglesia, los falsos maestros fácilmente la engañarán.
Pablo resume el llamado de la siguiente manera: Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes. Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto (Ro 12:1–2).
Así que hermanos, nuestra naturaleza debe diferenciarnos del mundo, de los falsos maestros y de los que dicen que son creyentes, pero que no viven en justicia. De lo contrario seremos un blanco fácil del engaño y de quienes niegan a Cristo, quizá no en su predicación, pero sí en su forma de andar.