La membresia de la iglesia y la necesidad de pertenecer a ella

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INTRODUCCIÓN

En la actualidad se han levantado muchos modelos de iglesia que han querido introducir nuevos parámetros y mandamientos o, en el peor de los casos, negar los que ya existen, haciendo caso omiso a los mandamientos que Dios ha dado para su iglesia y que han sido observados por ella desde su nacimiento hasta la actualidad. Uno de los más atacados es la comunión de los santos, iglesias virtuales, grupos para-eclesiásticos, creyentes nómadas y toda clase de invención humana que atenta contra la realidad y la necesidad de lo que es el cuerpo de Cristo.

En este texto se presentará la necesidad de la membresía desde un punto de vista bíblico para que el lector se introduzca en este tema y pueda entender por qué es tan necesario para cada uno de los creyentes pertenecer a una iglesia local. Este texto es una introducción, por lo cual no se tocarán a fondo todos los temas relacionados con la membresía, pero sí se hará énfasis en los que parecen más urgentes, dejando así espacio para que el lector pueda hacer su propia investigación a raíz de los textos que aquí se citen y otros que crea necesarios estudiar para llegar a una conclusión certera.


Definición de la membresía

Cuando una persona es llamada por el Espíritu Santo a la salvación, se convierte en miembro del cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13). Una vez que estas personas son unidas a Cristo, se unen también a otros miembros y esto da pie para que se puedan unir a la expresión local del cuerpo. Todo esto es el resultado de la obra divina del Espíritu Santo, por medio del bautismo. Los creyentes son bautizados por la tercera persona de la Trinidad, sumergiendo a las personas en Cristo para que forme el cuerpo. Esta obra es invisible, ya no es tan observable como lo fue en los días de Pentecostés (Hch. 2:4). A esto se le conoce como la membresía de la iglesia local.

El ejemplo de la primera iglesia

En los primeros días de la Iglesia, la unión al cuerpo de Cristo fue visible, como el cumplimiento de la promesa hecha a los apóstoles. Todos juntos fueron unidos al cuerpo de Cristo; esto a su vez fue el inicio de la iglesia. El Espíritu Santo entró y tomó como posesión a los creyentes, haciéndolos templo de Dios, que es la Iglesia; todo el colectivo de cristianos forma parte de él y, a la vez, cada individuo. En primera instancia, la membresía de la Iglesia está compuesta de los que han sido salvados por Cristo.

En la Biblia no se encuentra un solo mandamiento que mande a los creyentes a participar de la membresía, pero se encuentra suficiente evidencia de la práctica en la iglesia primitiva, por ejemplo, los gobiernos locales, pastores, diáconos, repartición de ofrendas, las disciplinas eclesiásticas y la exhortación para la edificación mutua.

Las personas que escuchaban el evangelio y se arrepentían de sus pecados, confesaban haber creído en el nombre del Señor y eran bautizadas e incorporadas a las diferentes iglesias locales (Hch. 2:41, 47; 5:14; 16:5). Con ello demostraban públicamente un compromiso con Cristo, se unían formalmente y de manera visible a otros que confesaban la fe en una suerte de asamblea local, y se comprometían con la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. La Biblia lo relata de la siguiente manera:

Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas. Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. Hechos 2:41-42

            La membresía no es un invento de la iglesia moderna; ha sido la práctica recurrente desde que el Espíritu Santo fue derramado en Pentecostés y se mantiene vigente y con la misma urgencia de entonces. Los creyentes deben estar reunidos, como un solo cuerpo, como el cuerpo de Cristo, disfrutando de las bendiciones celestiales y de la Palabra de Dios.

¿Como se ingresa?

La iglesia local es la congregación de los que han creído en Cristo y se han bautizado después de que hicieron una confesión pública y voluntaria bajo un pacto especial para el mantenimiento del culto, las verdades de la fe, las ordenanzas, es decir, la Cena del Señor y la disciplina del evangelio. Expresado de esta manera, es evidente que la integración a la iglesia como miembros presupone ciertos requisitos. Las personas necesitan haber tenido un encuentro real con Cristo o la experiencia de la salvación.            

La experiencia de la salvación significa que esas personas eran pecadores que fueron regenerados; son esas personas que han nacido de nuevo. Si este requisito experiencial no se cumple, puede ocurrir que se esté con el pueblo de Dios, pero que no se sea integrante o miembro de este. Cada persona confiesa a Jesús como Señor sobre su vida y está convencida de que Dios es Rey y que ahora es adoptado en la familia celestial.

Si bien es cierto que los cristianos que quieren ingresar a la membresía han confesado a Cristo como Señor, es necesario también que tengan un compromiso con la comunidad de creyentes a la que quieren pertenecer, a dicha comunidad. Cada persona debe saber cuál es el credo de la iglesia y asumir que se adhiere voluntariamente a él y que va a vivir regido por este. Deben tener claro que se les demandará unos códigos de santidad y se espera de ellos que ayuden a que edifiquen el cuerpo de la congregación y mejoren el testimonio corporativo de la iglesia en la comunidad.

Por tanto, ingresar no es solo una cuestión de confesión y bautismo, es de un pacto que se hace con el pueblo de Dios, de ahí la importancia de la seguridad de la salvación de aquellos que la han profesado, porque se demandará de ellos la santidad. Dever y Paul lo definen así:

Los pactos de la iglesia le dan significado a la membresía, porque aclaran los compromisos espirituales y relacionales que estos significan. Aclarando los compromisos de la membresía, se promueve la salud de la iglesia local porque mantiene el nominalismo acorralado y nos mantiene con la responsabilidad de crecer en verdadera piedad cristiana. Y tanto más crezcamos en verdadera santidad cristiana y amor, más evidencia tendremos de que somos verdaderamente sus discípulos (Juan 13:34–35; 15:8). (La Iglesia Deliberante: Una Iglesia Organizada, Dirigida y Sirviendo de Acuerdo a la Palabra 38)

El bautismo y la incorporación a la membresía son las evidencias públicas de que los nuevos creyentes se comprometen con Cristo y con Su pueblo para dar testimonio al mundo de que Él es el Salvador. Su modo de vida y su compromiso con el pacto que hacen es lo que da validez a ese pacto público. La iglesia está compuesta por este grupo de personas que se han convertido de sus pecados, que se adhieren a la fe que es en Cristo Jesús y a las enseñanzas de las Escrituras, que se reúnen en un espacio determinado; a esto es lo que se le conoce como membresía.


La necesidad de pertenecer a la membresía.

Convertirse en miembro de una iglesia es comprometerse con un cuerpo identificable y local de creyentes, que se han unido para unos propósitos específicos y divinamente ordenados. Esos propósitos incluyen recibir instrucción de la Palabra de Dios (1 Ti. 4:13; 2 Ti. 4:2), servirse y edificarse unos a otros por medio del uso adecuado de los dones espirituales (Ro. 12:3–8; 1 Co. 12:4–31; 1 P. 4:10–11), participar en las ordenanzas (Lc. 22:19; Hch. 2:38–42) y proclamar el evangelio a los que están perdidos (Mt. 28:18–20). Además, cuando alguien se convierte en miembro de una iglesia, se somete al cuidado y a la autoridad de los ancianos bíblicamente cualificados a quienes Dios ha colocado en esa asamblea.

Hay muchos medios de la gracia que solo se dan en medio de la congregación; por lo tanto, es necesario que cada creyente se una al cuerpo local de la iglesia. Los medios de la gracia se definen como las actividades dentro de la comunión de la iglesia que Dios usa para dar más gracia a los creyentes. [1] Ciertamente, cada grupo religioso apunta a diferentes medios de gracia, pero para efectos de este texto solo se observarán algunos que son los más sobresalientes y necesarios en los creyentes que viven en comunión.

Enseñanza de la Palabra de Dios

Desde sus orígenes, los creyentes se han preocupado por la enseñanza regular de la Palabra de Dios (Hch. 2:42; 15:35; 18:24–25; 2 Ti. 1:11). El deber de la iglesia es hacer discípulos y enseñar todas las verdades de Dios; esto es un mandamiento divino (Mt. 28:19–20).[2] Los líderes de la Iglesia deben encargarse de que en la Iglesia la Palabra sea enseñada con fidelidad y el deber de los miembros de la iglesia es asegurarse de estar siendo alimentados por ella; en otras palabras, tiene la responsabilidad de crecer en el conocimiento de Cristo.

Bautismo

El bautismo es otro medio de gracia de Dios para su pueblo que debe observarse como un mandamiento que fue dado a la iglesia (Mt. 28:19–20). Fue instituido por Jesucristo, para admitir en la iglesia visible a la persona bautizada que ha confesado creer en Él; también fue dado como una seña. El bautizado es injertado en el cuerpo de Cristo y con este acto simboliza su regeneración, remisión de sus pecados y su rendición por Jesucristo. Además, da testimonio de andar en la nueva vida. Este medio de gracia solo se puede dar en el seno de la Iglesia y debe perpetuarse hasta que el Señor se lleve a su iglesia.

Cena del Señor

La Cena del Señor también fue instituida por Cristo y es una representación simbólica de la muerte del Señor (1 Cor 11:26). Está muy ligada a la ofrenda de sacrificio del Antiguo Testamento; simboliza la participación de los creyentes con Cristo como cabeza y con el resto del cuerpo, la iglesia local (1 Cor 10:17; 12:13). Al recibir estos elementos, unos de parte de los otros, ejercitan comunión íntima entre sí.

Disciplina

La disciplina también fue instituida por Cristo, para que los discípulos tuvieran la capacidad de corregir el pecado y encaminar a los creyentes en la fe, lo que significa que para que esta se ejecute es necesaria la comunión entre los creyentes. Esta se lleva a cabo a través de la corrección punitiva y la enseñanza de las Escrituras (Mt 18:15–17). Jonathan Leeman lo resume así:

En una palabra, Jesús se propuso que las iglesias ejercieran una función judicial. Extrae el lenguaje acerca de los dos o tres testigos de Deuteronomio 19, un pasaje en que Moisés articula el reglamento para juzgar casos criminales. Cuando nos encontramos con personas que aseguran representar a Cristo con sus labios pero que viven negándolo, las iglesias deben evaluar cuidadosamente la evidencia y emitir un juicio. ( Cómo protege la iglesia el nombre de Jesús, 31)

Por lo que se hace urgente la disciplina en medio del cuerpo de Cristo para que su nombre no sea blasfemado o tomado en poco por quienes ven el testimonio de los que se hacen llamar creyentes.

Los medios de gracia son más de los que se han mencionado aquí, pero son los que la mayoría de la iglesia reconoce como inamovibles. En resumen, la gracia de Dios y estos medios no se pueden dar en la intimidad de una persona; son claramente visibles en medio de la congregación, de ahí que no debe haber nadie diciendo que puede vivir solo, lejos de la comunidad cristiana, y que es bendecido de todas maneras. Dios ha dejado a su iglesia y en medio de ella manifiesta su gracia. No lo hace en individuos, ni en organizaciones, lo hace en medio de Su pueblo, de Su cuerpo. Habrá quienes se opongan a esta verdad, pero luchan contra los mandamientos de Dios.


CONCLUSIÓN

Pertenecer a una membresía de una iglesia local no es una opción que tiene el creyente; en realidad es una necesidad y un mandamiento de Dios. Cada cristiano debe estar unido al cuerpo de Cristo y no puede vivir separado de él; para ello es necesario que ingrese o que se reúna con aquellos que también dicen pertenecer a este cuerpo. Los cristianos por sí solos no pueden representar en sí mismos la iglesia; por lo tanto, no debe existir en el corazón del creyente el deseo de vivir como un ermitaño porque se aleja del diseño que Dios ha dado para su pueblo. Solo en la comunión de los santos se pueden llevar a plenitud los mandamientos y ordenanzas que Dios ha dejado para su pueblo y se pueden recibir a plenitud las bendiciones que Él ha dicho que dará.

Este texto, al no ser exhaustivo, no incluye todas las enseñanzas y ordenanzas que Dios le ha dado a su iglesia; por lo tanto, es responsabilidad del estudioso revisar las citas bibliográficas que aquí se dan y ahondar en otras para que pueda entender a plenitud lo que Él demanda de su membresía, es decir, su cuerpo, también conocido como la iglesia.


BIBLOGRAFIA

Berkhof, Louis. Teología Sistemática. Traducido por Cristian Franco. Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2018.

Grudem, Wayne. Teología sistemática. Traducción de Miguel Mesías, José Luis Martínez y Omar Díaz de Arce. Miami: Editorial Vida, 2007.

Kistemaker, Simon J. Comentario al Nuevo Testamento: Hechos. Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007.

Leeman, Jonathan. La disciplina en la iglesia: Cómo protege la iglesia el nombre de Jesús. Editado por Mark Dever y Jonathan Leeman. Traducido por Xavier Pérez Patiño. 9Marcas: Edificando Iglesias Sanas. Colombia: Poiema Lectura Redimida, 2013.

MacArthur, John, y Richard Mayhue. Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica. Traducido por Loida Viegas Fernández y Juan Terranova. Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 2018.

Pérez Millos, Samuel. 1a Corintios. Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento. Barcelona, España: Editorial CLIE, 2019.

Sproul, R. C. ¿Qué es el bautismo?. Traducido por Elvis Castro. Vol. 11. La Serie Preguntas Cruciales. Orlando, FL: Reformation Trust: A Division of Ligonier Ministries, 2015.

Sproul, R. C. ¿Qué es la cena del señor?. Traducido por Elvis Castro. Vol. 16. La Serie Preguntas Cruciales. Orlando, FL: Reformation Trust: A Division of Ligonier Ministries, 2016.


[1]Wayne Grudem, Teología sistemática, trad. Miguel Mesías, José Luis Martínez y Omar Díaz de Arce (Miami: Editorial Vida, 2007), 999

[2]  MacArthur y  Mayhue, Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica, trad. Loida Viegas Fernández y Juan Terranova, 831.