INTRODUCCION:
En este texto se mostrarán argumentos que muestran cómo se ve la persona del Espíritu Santo como Dios. Es importante mostrar que Dios Padre y Dios Hijo siguen obrando en medio de la Iglesia en conjunto con el Santo Espíritu. Los ministerios que ahora obra la Tercera Persona son los que se habían prometido desde el Antiguo Testamento; Jesús también prometió que la obra divina continuaría en la iglesia. Para ello se hará una defensa de la deidad del Espíritu y los textos que respaldan esta verdad.
Se tratará la obra que hoy realiza Dios por medio de su Espíritu en medio de la iglesia y cómo estos ministerios muestran cómo sigue impulsando a su pueblo. El Espíritu Santo obra de la manera en que el mismo Dios lo hace, de manera que para entender su divinidad es necesario saber qué hace en medio de la iglesia.
Este texto no es exhaustivo, así que los estudiosos se encontrarán con una introducción a este tema que los teólogos han desarrollado en mucho tiempo; por lo tanto, es necesario que el lector revise los textos citados y otros para profundizar aún más de lo que se hace en este texto.
La deidad del Espíritu santo
A diferencia del Padre y del Hijo, el Espiritu Santo no es directamente señalado como Dios, esto ha sido una piedra de tropiezo para muchos grupos religiosos que han tratado de negar la deidad de la tercera persona de la Trinidad. A pesar de que no hay un texto que literalmente señale esta verdad, a lo largo de las Escrituras se encuentran muchas alusiones a la divinidad del Espíritu Santo y muchas pruebas que demuestran que participa de la naturaleza divina en total unidad y comunión con las primeras dos personas de la Trinidad.
El Espíritu Santo a lo largo de las Escrituras
En el Antiguo Testamento se refiere al Espíritu Santo como «el Espíritu de Dios»; en varias ocasiones se le menciona de esta manera, intercambiando Espíritu y Dios en algunos textos. El Nuevo Testamento deja claro que algunas referencias del Antiguo Testamento al «Espíritu de Dios» son una referencia al Espíritu Santo. Un texto que deja bien clara esta realidad es Hechos 2:16–21; Pedro enseña que lo que está ocurriendo y lo que están viendo todas las personas en el día de Pentecostés es lo que el profeta Joel dijo: «Derramaré mi Espíritu sobre toda carne» (2:17). Esa promesa también la había hecho Jesucristo cuando dijo que vendría otro consolador y que les enseñaría todas las cosas (Hch. 1:8). En resumen, el «Espíritu de Dios» del Antiguo Testamento es sinónimo del Espíritu Santo, y los apóstoles sabían esto y lo enseñaban a las multitudes.
Quizá el pasaje que más ayuda a entender la divinidad del Espíritu Santo es el del libro de Hechos (5:3-4). Cuando Ananías y Safira fueron acusados de mentirle al Espíritu Santo y a la vez se les acusa de querer engañar a Dios, poniendo a la Tercera Persona en la misma esfera de deidad que el Padre. Lo que este texto revela es que una mentira contra el Espíritu Santo es una mentira contra Dios. También una blasfemia contra el Espíritu Santo es un pecado imperdonable porque es una blasfemia que atenta contra el mismo Padre. Otro pasaje donde se utiliza intercambiablemente la deidad es en 1 Corintios 3:16–17, donde se lee:
¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y eso es lo que ustedes son.
En este pasaje, Pablo enseña que los que pertenecen a Dios, son templo del Espíritu Santo, lo que significa que el Dios eterno habita en ellos; también es importante notar que utiliza intercambiablemente el templo de Dios con templo del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo tomó posesión del templo de Dios, que es la iglesia, y la ha llenado de gloria desde Pentecostés (Hch. 2:2–4). La presencia del Espíritu en la iglesia se manifiesta en las iglesias locales, como a las que Pablo escribió. Cada congregación local manifiesta y representa a Cristo por medio del poder del Espíritu; además, en ellas la presencia residente del Espíritu garantiza también la presencia de las otras dos Personas Divinas. Tal como Cristo lo prometió, Su presencia estará con los creyentes (Mt. 28:20); la regeneración de los creyentes los haría habitación de la Trinidad (Col. 1:27b; Jn. 14:24).
Los atributos divinos del Espíritu Santo
Una de las pruebas más irrefutables de la deidad del Espíritu Santo son los atributos que comparte con Dios. Los atributos incomunicables de la deidad son aquellos que no puede compartir con sus criaturas y solo posee Dios. A lo largo de las escrituras se le adjudica al Espíritu una serie de atributos que indefectiblemente lo colocan como Dios.
Dentro de los atributos que se encuentran está la eternidad (He. 9:14). Solo Dios es eterno; esto significa que no está limitado al tiempo, no tiene principio ni fin, así que cuando se dice que el Espíritu Santo es eterno, se está diciendo que él comparte este atributo con el Padre y con el Hijo. Las Escrituras afirman contundentemente que el Padre y el Hijo son eternos, lo mismo que el Espíritu Santo. También la gloria que solo le pertenece a Dios es compartida con la Tercera Persona de la Trinidad (1 P. 4:14; Is. 42:8; 48:11), dentro de otros atributos que se le adjudican al Espíritu Santo: se encuentran la santidad (Sal. 51:11; Is. 63:10–11; Mt. 1:18; Ro. 1:4), la omnipotencia (Gn. 1:1–2; Lc. 1:35; Ro. 1:4), omnipresencia (Sal. 139:7–10; Jer. 23:24), omnisciencia (Is. 40:13; 1 Co. 2:10–11), verdad (Jn. 14:17; 15:26; 16:13).
Todos los atributos señalados y citados anteriormente apuntan claramente a la naturaleza divina del Espíritu Santo; es importante que cada uno de estos sea revisado por los estudiantes de las escrituras para que puedan observar cómo destila de ellos la doctrina de la deidad. Es muy importante, al observar cada uno de estos pasajes, reconocer que también las Escrituras son inspiradas por Dios (2 Tim 3:16). En otras palabras, ha sido Dios el que apuntó a la deidad del Espíritu Santo; es el mismo Dios que señala que cada uno de sus atributos, que solo le pertenecen a Él, también los tiene el Espíritu, lo que lleva a la conclusión de que también es Dios y que comparte toda su naturaleza divina.
Se han levantado muchos enemigos de la divinidad del Espíritu Santo y muchos quieren negar la realidad de lo que la Palabra de Dios enseña. A lo largo de las Escrituras es enseñado que la Deidad está compuesta por tres personas que incluyen al Hijo y al Espíritu Santo y que todos ellos comparten todos los atributos. En otras palabras, las mismas características que hacen al Padre Dios, al Hijo, es decir, Jesucristo, Dios, son las mismas que tienen en común con el Espíritu.
Las obras del Espíritu Santo
Los atributos divinos se encuentran en el Espíritu Santo, pero existe aún más evidencia de su Deidad: los ministerios que realiza en medio de la creación y de la iglesia testifican de su Divinidad. Es innegable que en todas las obras en que ha participado el Padre y el Hijo, también lo hace el Espíritu; a continuación se hará un resumen de esas obras en las que participa.
Las obras Divinas del Espíritu Santo en el mundo
En todas las obras de la Deidad se encuentra participación activa del Espíritu Santo; en las mismas Escrituras se señala que participó en la creación. Esto lo explicó Job antes que Moisés cuando registrara los hechos del Génesis (Gn. 1:2; Job 26:13; 33:4). El Espíritu tiene un ministerio de consolación para los creyentes del Nuevo Testamento, y esto es claramente visible porque les ayuda en sus necesidades (Jn. 14:16, 26; 15:26; 16:7). El Espíritu Santo también participó en la inspiración (2 P. 1:20–21) y en la intercesión, ayudando a los cristianos en sus debilidades (Ro. 8:26–27; Ef. 6:18; Jud. 20), ejecuta milagros (Mt. 12:28; 1 Co. 12:9, 11) y regenera a las personas para que vengan a la salvación. (Jn. 3:5–8; Tit. 3:5). Otra obra milagrosa en la que participó es en la resurrección de Jesucristo (Ro. 8:11) y en la santificación de los creyentes para prepararlos para la eternidad (2 Ts. 2:13; 1 P. 1:2).
Las obras del Espíritu en medio de la Iglesia
Antes de morir, en sus últimas enseñanzas y promesas que Dios dio a sus discípulos, les dijo que el Espíritu Santo les iba a enseñar. Estas enseñanzas eran diferentes a las que ya les había dicho; les iba a enseñar cosas que necesitaban saber y los guiaría a toda verdad. Lo que Jesús les dijo fue lo siguiente:
Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrá, de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber (Juan 16:12–15).
Este ministerio se llevaría a cabo después de que él ya no estuviese en medio de sus discípulos y sería diferente a lo que hasta ahora los apóstoles estaban acostumbrados a recibir. Lo que el Espíritu Santo es toda la verdad, les enseñaría todo lo que necesitarían saber acerca de Jesucristo y la revelación de él desde el Antiguo Testamento. En resumen, el Espíritu Santo les enseñaría el contenido particular de las Escrituras, partiendo desde las profecías acerca de Jesucristo en el Antiguo Testamento hasta la promesa de su venida en el Apocalipsis.
Guiar.
El Espíritu Santo tiene el ministerio de guiar a las personas hacia Dios; solo las que son guiadas por él son salvas y tienen comunión con el Padre (Romanos 8:14). El hecho de que el espíritu esté comprometido con esta obra es lo que le da seguridad a los creyentes en medio de este mundo. El espíritu guía a los creyentes para que puedan vencer el pecado y la carne (Gá. 5:16). Esta relación con la tercera persona de la divinidad también es sinónimo de tener relación con las otras dos personas. Esta misma acción fue realizada en medio del ministerio de Jesucristo en la tierra, cuando el Espíritu Santo lo guiaba a hacer obras (Mr. 1:12; Mt. 4:1; Lc. 4:1, 14). Así como Cristo fue guiado por el Espíritu, lo es también el creyente para que puedas seguir su vida con plena intimidad con Dios.
Dar certidumbre.
Pablo enseña que el Espíritu Santo es la garantía de la salvación es el sello de propiedad y autenticidad. De la misma manera que se ponía un sello sobre los animales para mostrar de quién era propiedad, el sello que pone el Espíritu Santo es en el corazón para enseñar y mostrar que son propiedad de Jesucristo. Pablo en su oración está pidiendo para que sean fortalecidos en el ser interior (3:16). Ya que el Espíritu mora en los creyentes, Él da testimonio al espíritu de que es hijo de Dios (Ro 8:16, NBLA). Pablo mismo enseña más adelante en la epístola que no se debe entristecer el espíritu santo porque es sello de la redención; Dios ha sellado a los creyentes (Ef 4:30) y los guardará hasta el día de la redención.
Ayuda a orar.
El Espíritu Santo ayuda a los creyentes en sus oraciones cuando gimen buscando ayuda de parte del Padre. Los creyentes gimen; el espíritu gime también dentro para ayudar y guiar a los creyentes en sus oraciones. En medio de las necesidades, debilidades y fragilidad del creyente, es el espíritu el que actúa en favor, cuando los creyentes no saben qué pedir, cuando este mundo los presiona y cuando uno no sabe concretamente cuál es la voluntad de Dios. Es el Espíritu Santo el que guía a los creyentes para que puedan tomar decisiones y obrar de una manera que glorifica al Padre.
CONCLUSION
En las Escrituras hay suficiente evidencia de la divinidad del Espíritu Santo, desde sus atributos hasta la obra que realiza en medio del Pueblo de Dios. Lo que queda claro es que Dios en su Trinidad siempre ha estado presente en medio de su pueblo. Desde la creación se puede ver cómo juntos estaban y cómo participaban en las obras que iban desarrollando. Dios comparte todos los atributos incomunicables en el círculo de la Trinidad, de manera que las tres Personas son reconocidas por los autores de la Biblia como Dios.
Una de las características que ha confundido a las personas es la economía de la Trinidad, donde cada una de las Personas tiene su propio ministerio y sus apariciones en las Escrituras, pero trabajan en intimidad y en comunión.
Debido a que este texto es introductorio, solo se han presentado principios básicos de este gran tema. Es preciso que los estudiosos se tomen el tiempo para revisar las citas y los textos que aquí se dan para que ahonden en este gran tema. Los textos citados solo son una pequeña muestra del mar de documentos que tratan este tema, pero le servirán a los estudiantes para introducirse. Será responsabilidad de los lectores ahondar en el tema.
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