Y ustedes llegaron a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra, en medio de mucha tribulación, con el gozo del Espíritu Santo, de tal manera que llegaron a ser un ejemplo para todos los creyentes en Macedonia y en Acaya (1 Tes 1:6-7).
Los hermanos de Tesalónica fueron expertos en la imitación, al punto de parecerse a Pablo y a los misioneros que con él iban. Recibieron la Palabra de Dios en medio de grandes tribulaciones y presiones (1 Ts. 3:4; 2), pero lo que los mantuvo en pie fue la verdadera salvación que experimentaron y el gozo que trae el Espíritu.
La persecución por la que estos hermanos pasaron daba cuenta de su verdadera conversión; solo los verdaderos creyentes están dispuestos a sufrir y padecer por causa de la cruz; muchos están contentos en la iglesia hasta que son perseguidos y dejan la «fe», una que era una falsa. Pero los tesalonicenses validaron su fe en medio de las pruebas.
Ahora, hay que entender que lo que sostuvo a los de Tesalónica fue el gozo del Espíritu, el fruto de la salvación y de un cristiano maduro (Gá. 5:22). A diferencia de la alegría, que es pasajera, el gozo del Espíritu es el la obra de Dios en el corazón de los creyentes que los hace tener paz, seguir confiados y seguir alabando a Dios más allá de las circunstancias que los rodean.
Fue tal el gozo que experimentaron a lo largo de sus tribulaciones que llegaron a ser ejemplo para los creyentes. Su fe era digna de imitar. Pablo usó este ejemplo para exhortar y dirigir a los corintios hacia las buenas obras (2 Co. 8:1–5). De manera que sí, el ejemplo de estos hermanos trascendió iglesias, ciudades y culturas.
Los cristianos en Tesalónica eran conocidos y reconocidos por los apóstoles por su buena actitud, el testimonio que tenían en medio de creyentes e incrédulos. Una iglesia que soportó no solo sus tribulaciones, sino que ayudó a que otros soportaran las propias. Definitivamente, los incrédulos sabían que la obra de Dios se estaba haciendo en ese lugar.
Si pensamos en el testimonio de nuestras iglesias hacia la comunidad, ¿qué tan cerca o lejos estamos de seguir el ejemplo de estos cristianos? ¿La comunidad de incrédulos realmente puede ver que Dios está actuando? Estas preguntas pueden ser muy difíciles de contestar, pero son un parámetro que nos puede ayudar a medir nuestra relación con el evangelio de Cristo.
Que la sociedad entienda que Dios actúa no necesariamente será un beneficio para la iglesia; a veces trae persecución como a los tesalonicenses, pero es mejor eso a que el mundo no sepa nada acerca de nuestra iglesia. Que Dios nos permita serle testigo como lo fueron estos creyentes o que traiga un avivamiento a su iglesia de tal manera que en algún momento sea una realidad. Una iglesia viva da testimonio de su conversión y el gozo del Señor la sostiene en la persecución, pero cuando las iglesias no dan testimonio de su salvación, es un síntoma de muerte.
